Cúlpame de la soledad,
y las lagrimas que antes de ellas
estaba yo enterrado en el hueco de los muertos
durmiendo entre los huesos de todos los que fuimos olvidados,
pero me desperté al mirar el brillo de tus ojos
explotando en el cielo
de felicidad insufrible
tan poco duro y quien llora ahora
sino un muerto,
quien está más solo
que el muerto
que lo ha perdido todo en el instante de un mal beso
con sabor a olvido,
no me culpes de la soledad,
ni de cada lagrima
que mi condena ya es grande
perder la vida dos veces la misma noche
entre los besos y la cordura,
me sigo culpando
yo… por cada una de las catástrofes
que trae el despertar a los muertos olvidados
ávidos de cariño
de esperanza de amor
cuando eso sucede ya no queda ni la muerte
solo tengo hoy un vacio decadente pudriéndose
como el cuerpo en el que habito,
sin poder olvidar que la vida saber a como suena mi nombre
cuando tu lo invocabas….
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