Tengo ganas de llorar y que alguien llore conmigo sin tener que decir si sentimos lo mismo.
Tengo ganas de que el viento juegue con mi abrigo, ese rojo que nunca
usé porque me apretaba. Mientras las aves tratan de alegrar mi corazón
con cantos que no entiendo sonrío, y desde el hueco profundizado de mi
estómago encuentro un viejo recuerdo que se pone a jugar con la soledad.
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