Ha querido el destino que se encuentre justamente ahora, tras más de
dos siglos, una cantata de Mozart, Salieri y un tal Cornetti. Es la
Cantata K477a, y lo minúsculamente curioso es que se escribió para que
Nancy Storace, famosa soprano, recuperase la voz. Como yo estoy con la
voz perdida, me ha hecho muchísima gracia la coincidencia. Enseguida,
porque el silencio fomenta la autocrítica, me he regañado: ¡hábrase
visto egocentrismo semejante!
Pero luego he pensado que si ese
egocentrismo no es más que una especie de especia que se espolvorea
sobre la realidad para recibirla con más agradecimiento y gracia, bien
está. Si la empatía es ponerse en lugar del otro, el interés consiste en
ponerlo todo en el lugar del yo, de modo que uno se sepa incumbido,
interpelado, afectado por cualquier cosa. ¿Y qué me dicen del placer de
pensar que hay una música de Mozart y unas estrofas de Da Ponte que,
indirectamente, por un movimiento reflejo, interceden por la
recuperación de mi alma?
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