La poesía es
otra manera de amarla.
Las palabras la visten,
para enseguida desnudarla.
Se trata de un portento cotidiano,
de una simple mirada quizá,
o de esos labios omnipotentes.
La poesía es su presencia,
en ese leve cruzar de piernas;
es palpar su belleza
en plena noche, de madrugada.
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