pero no las esquinas y los charcos con los besos y los abrazos ansiosos de un mejor lugar, con menos gente.
Se olvidan las promesas rotas,
pero no los juramentos incumplidos que nos dejaron
a más de dos pasos de la esquina más cercana a la felicidad.
Se olvidan cuantos,
pero no el tipo de besos, ni la textura de los labios, ni la temperatura de la saliva que, aquella tarde, se conformaba con tu boca.
Se olvida el color de tus zapatos,
pero no a firmeza de esos pasos cuando le dieron la espalda a nuestra historia.
Se olvida en que banca,
pero jamás en que parque.
Se olvida el tono de tu voz,
pero jamás la intención, el color, la duración
y la ansiedad de tus palabras.
Se olvida la lluvia,
pero jamás la tarde nublada en que nos besamos por primera vez.
Se olvida el color de la ropa tirada,
pero jamás el tono de la desnudez.
Se olvida el futuro inconcluso,
pero nunca el pasado irresoluto.
Se olvidan las veces que lloramos,
pero nunca el saudade de las lágrimas.
Se olvidan los nombres,
pero ningún detalle de las manos, los párpados, los pies, las piernas y las nalgas.
Se olvidan los motivos,
pero jamás las despedidas.
Se olvida el tono exacto de la piel,
pero no la temperatura del sudor.
Se olvida en que hotel,
pero no puede olvidarse la sábana, el techo, el agua tibia y la risa con eco mudo.
Se olvidan las palabras,
pero no los silencios.
Se olvida,
pero jamás se desolvida...
pero no el tipo de besos, ni la textura de los labios, ni la temperatura de la saliva que, aquella tarde, se conformaba con tu boca.
Se olvida el color de tus zapatos,
pero no a firmeza de esos pasos cuando le dieron la espalda a nuestra historia.
Se olvida en que banca,
pero jamás en que parque.
Se olvida el tono de tu voz,
pero jamás la intención, el color, la duración
y la ansiedad de tus palabras.
Se olvida la lluvia,
pero jamás la tarde nublada en que nos besamos por primera vez.
Se olvida el color de la ropa tirada,
pero jamás el tono de la desnudez.
Se olvida el futuro inconcluso,
pero nunca el pasado irresoluto.
Se olvidan las veces que lloramos,
pero nunca el saudade de las lágrimas.
Se olvidan los nombres,
pero ningún detalle de las manos, los párpados, los pies, las piernas y las nalgas.
Se olvidan los motivos,
pero jamás las despedidas.
Se olvida el tono exacto de la piel,
pero no la temperatura del sudor.
Se olvida en que hotel,
pero no puede olvidarse la sábana, el techo, el agua tibia y la risa con eco mudo.
Se olvidan las palabras,
pero no los silencios.
Se olvida,
pero jamás se desolvida...
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