Ya
saben lo de mi botella de borgoña. Y saben lo de mi reposo vocal
absoluto. Lo interesante es que hasta que no pueda hablar no hay ninguna
posibilidad de que nos bebamos la botella. Sin conversación no hay
borgoña que valga. Para beber solo están los destilados. El vino pide
compañía, amor, inteligencia... No es el menor de sus encantos.
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