Tengo a la furia corriendo
dentro de los sueños. Despierto y casi puedo ver tu rostro malicioso
diciéndome que te soy prescindible, diciéndome que te olvide porque todo
tiene que recomenzar. Que el mundo se rige por procesos. En mis sueños
tú no sabes mi nombre, no importa cuántas veces me llames ahora, Vera,
al final del pasillo de esta casa. Yo no existo, soy un mueble que se
pudre en un lugar, siempre. Y tú mirándome así, cumpliéndome deseos.
Entregándote tan aparentemente. ¿Qué será de esta casa cuando te vayas?
Mis manos casi están amputadas por la sombra. No puedo tocarte.
Aquí no hay luz.
Quiero llegar a esa isla, nadando, sintiendo en los huesos el frío de un olvido total.
Esta noche los ojos se
inundaron, Tú me abandonabas como tantas veces. Me despertó el llanto
atravesado en la garganta y tu mano sobre los hombros.
– No llores, aquí estoy.
Y yo era un niño pequeño implorando que me aguardaras, que me metieras en ti, que me dejaras ahí.
-No me dejes. No te vayas.
No te quedes. No comiences. No me ames, ¿para qué? ¿qué soy yo? Inútil
explorador que busca luces en islas perdidas, que busca hielo en tierras
de fuego, que busca brazos para un cuerpo insustancial.
No importa cuánto me
quieras. Retráctate, qué encuentras en este templo de cenizas, en esta
carne consumida por un par de imágenes desoladoras. ¿No ves cómo me
jalan los recuerdos? ¿No ves cómo no puedo creer en la bondad? ¿No ves
que mis sentidos se niegan a volver de ese viaje sin retorno que
emprendieron para dejarme sentir nada más que dolor, hambre y frío? ¿O
sí? ¿Qué era antes de esta bombilla cercenada que me enseña el fin de un
laberinto recorrido inútilmente?
Vengo a tus brazos, tengo las ganas provistas de un marinero, de un explorador impertinente
que encuentra monstruos en
todos los viajes. Eres el relámpago que me sacó de la oscuridad en un
camino inexplorado. Y yo, primer contrincante de ese marino que soy,
estoy cansado.
Voy hacia ti, Vera, como
yendo a todas las partes que debo, como venciendo para siempre y como
nunca todos los abismos que existen, como leyéndote y descifrándome,
como si en realidad nada pasara en el mundo más que esto. No hay nada en
el mundo más que esto.
¿Qué más me dan las luces,
los faros, las islas, los caminos? Ir, a todos lados, todo el tiempo.
Con estos pasos torpes que se acostumbraron a recorrerse solos. Llévame.
Llévame…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario