Te escribo desde los límites del alba,
donde el aguanieve emborracha el paisaje de luces vírgenes.
Encerrado en una caja de cristales
rojos, verdes, azules, blancos...
Aquí el silencio es la verdad más perfecta,
aquí se arrodilla ante el viejo sonido del agua
suave como la piel de las caderas que te hacen mujer.
Me muero por tu ausencia.
Tu recuerdo se derrama por mi vientre
y me persigue por los pasillos y los patios.
¡Me muero!, por tu ausencia...