domingo, agosto 13, 2017

Según un demonólogo medieval, "el Diablo les pone una marca, en especial a aquello de cuya lealtad sospecha. La marca varía en forma y tamaño; a veces, es omo el pie de un sapo, otras como una araña, un perrito o un lirón. Está impresa en las partes más secretas del cuerpo: los hombres pueden tenerla debajo del párpado, o en la axila, los labios o el hombro; las mujeres suelen tenerla en los senos o en sus partes íntimas. El sello que estampa estas marcas no es otro que la misma pezuña del Diablo".
Los cazadores de brujas a menudo identificaban las marcas de nacimiento, las verrugas y otras manchas de la piel como marcas del Diablo. Las presuntas brujas eran rasuradas por completo para poder examinarles todo el cuerpo.
A parte de la marca del Diablo, los cazadores de brujas buscaban "marcas de bruja". Éstas eran menos graves (sólo la marca del Diablo indicaba un pacto especial), pero aun así podían ser fatales para la acusada. Se creía que todas las brujas tenían una. Cualquier mancha, como un lunar o una peca grande, podía identificarse como tal.
A veces, se decía que las marcas de bruja eran puntos de la piel que no sangraban y eran insensibles al dolor. Para hallarlas, los cazadores pinchaban con punzones a las presuntas brujas. Con frecuencia, éstos sólo recibían su paga si desenmascaraban alguna y muchos de ellos hacían trampas. Por ejemplo, usaban punzones especiales, similares a los cuchillos trucados que hoy emplean los prestidigitadores. El acerado filo se introducía en el mango al hacer presión sobre él y, de esta forma, no perforaba la piel.
El hombre es capaz de situarse en el mundo en el momento que simboliza, está capacidad de simbolizacion se da porque imagina y genera una actitud ético-estetica ante el mundo. Ciencia, arte, técnica, mito, magia... en fin, todas las figuras de la acción humana son fragmentos cuajados de la fuerza desbordante de la imaginación que humaniza lo real y humaniza al hombre.