miércoles, enero 31, 2018

No encajo nunca en la vida
pareciera grito desde el subsuelo
mientras me apresuro
a mi cita con la historia,
se que la noche era para charlar,
el día para dormir,
la tarde para escribir
siempre curando mi alma enferma de tristeza,
ahogada por la melancolía.
Soy un ciervo que en una noche
fue atravesado por una saeta de fuego,
caída de ningún lado y de todas partes
como si algún dios le castigar por algo
que no sabe ha hecho.
Todo se rompe, los huesos, los sueños por igual,
Las astas se enredan en las ramas,
las espinas cortan la piel,
me llena la sangre y cae, cae,
en el bosque… Mi Cabeza
que será colgada en mi pared.
Todo se rompe, los huesos, los sueños por igual,
Las astas se enredan en las ramas,
las espinas cortan la piel,
me llena la sangre y cae, cae,
en el bosque… Mi Cabeza
que será colgada en mi pared.
Este cuerpo putrefacto
añora un abrazo,
es una necesidad que quema
duele mas que el fuego o las yagas en la piel
rompe mas el alma que cualquier martillo
en la fragua golpeando metal,
que idiota suplicio,
triste maldición,
idílico deseo de ser amado…
Me acorde, de los tiempos en los que existía un rey una princesa
donde existieron amores clandestinos
fuertes como para derrotar un imperio,
como para traicionar a la familia,
idílicos como el amor profesado a la Reina Ginebra por Lancelot,
o el insuperable amor de Tristan a la Reina Iseo,
tan prohibidos como faltarle a Dios.
Tenemos un demonio igual que un Ángel
pero no uno a cada lado
un resabio gnóstico o maniqueo
el cuadro entre el demonio y uno,
el majestuoso guardián
yo enciendo este fuego en tu honor
creaste la vida de la muerte;
calor del frio
te aclamo
el Sol vive una vez mas
el tiempo de luz está aumentando
me consumo entre alegrías
medidas por parpadeos
mientras elijo morirme en la espada del Ángel
o en fuego del Demonio.
Llámame misterio
el que sigue encerrado en un cueva de mounstros
danzando entre luces y sombras
acompañado de esqueletos
y me arranco la piel para mostrar la calavera
soy el susurro que habla con ruiseñor
tiempo despedazado en razones lógicas
la nada, ausencia
un sustituto de vida
olvidado.

¿Me convertiré en recuerdo, o terrible olvido?
ya no soy ni sombra o realidad,
nada quedo de los rastros del polvo,
de mis pasos al final de la habitación
quiero que venga ya el suspiro que revive muertos
a que ya sobre mí la criatura
que los predicadores cuentan
con una mirada salvan
y que el amor es eterno?
“Porque yo estuve solo
quiero pensar que tú estuviste sola.
Que no te fuiste, que dormías.
Que me dejaste sin dejarme,
y me necesitabas
para poder estar contenta.

De cualquier modo, he recobrado
mi lugar en el mundo: regresaste,
te volviste accesible.
Me devuelves el tiempo,
el dolor, los caminos, la alegría,
la voz, el cuerpo, el alma,
y la vida y la muerte, y lo que vive
más allá de la muerte.
Me lo devuelves todo
encarcelado en la apariencia
de una mujer, tú misma, a la que amo.”
(De 'El manto y la corona', fragmento)
Rubén Bonifaz Nuño.