Cada año, miles de corderos con apenas unas semanas de edad son
sacrificados para que nosotros podamos regocijar nuestro paladar con la
carne fresca y jugosa de los lechazos. Su equivalente en el cine son
todas esas muchachas a las que vemos crecer en la pantalla bajo el
cobijo de los colores pasteles y las sonrisas familiares de los canales
para todos los públicos, mientras al otro lado de la implacable cadena
del star system las aguarda con afiladas guillotinas en forma de
escándalos sexuales y cámaras de paparazzi.