domingo, diciembre 18, 2016

Veneno, tengo miedo de encontrarte un día por la calle
sentirme obligado a ver tu cara,
diablo, alma oscura a veces casi me parece verte,
por algún resquicio,
bajo la luz cenital de una farola por la noche,
en una calle, y luego siempre tomo otra calle,
gato negro que presagia mala fortuna
diablo nacido de las entrañas,
súcubo, que se alimenta de sangre humana,
vampiro. alucinaciones,
sudores fríos, la cabeza a punto de reventar,
la nausea, el vómito
ese desagradable sabor en la boca,
los ojos vidriosos,
cuchilladas en el estómago
desubicado, los adoquines de la calle, cuesta abajo.

PARA MORIR
Muerto el verano,
apoya su cabecita de niño sobre cojines de seda blanca.
Velamos su muerte anunciada,
huelen las velas a tarde de sol y contraventanas cerradas.
Sentados bajo la sombra fresca de los abedules
el sol anuncia su fugaz huída,
duele la tarde y esta luz del sur
que aun se musita, palidece.
Ninguna sombra de este último día
nos consuela de tanta mentira,
ningún cielo nos tapará las piernas durante esta larga velada.
No consolará nuestra pena la música de las adormideras
porque caen rodando río arriba
los escombros de las estrellas.
Sueño, distancia,
entreabro los ojos, ya te has ido.
Huele el café del verano pasado,
la mosquitera arrugada se apoya olvidada
las piedras que recogí en la orilla de tu cama
llenan el espacio del delirio.

Adivina,
qué siento cuando quiero tocar tu cuello
tu nuca excelsa y tus dedos fríos.
No sabes de los silencios que cerraste
para ahogarlos súbitamente en un grito.
No lo sabes, porque siquiera intuyes
cómo suenan los disparos en mi pecho
y cómo anuncian las sirenas el incendio
de las primeras noches de este encierro.
Es mentira, lo cierto y lo pasado
lo que imponen las horas como losas
hasta aplastar los intentos de morirse
abjurando de tus ojos tristes.
Y este calor en la cama que aun pervive
en la penumbra de las horas tempranas
se enrosca a mi cuello, collar de espinas
para matar lentamente a la razón,
de frío.
Y ahora,
que la aparente calma
me apacigua,
Vuelvo de nuevo,
a reclamarte,
¡Oh, misera vida!
Un poco de aquellos
malos tragos
de bebida,
y un
conjuro de amor,
Para invocar de nuevo
A la locura
Y
la poesía.
Soy sólo un enamorado. Y si he dado en llegar a ser poeta -que es mucho decir- es por ese único motivo. Constato el hecho sublime del amor, de su presencia. Constato que, porque amo, necesito amar más, si quiero seguir en mis cabales de alma