Si bien es cierto que Un dios salvaje comparte con la película de Buñuel
la incapacidad casi sobrenatural de los personajes de escapar de esa
situación, el peso del texto de Yasmina Reza, acá no tan adaptado como
trasladado a la pantalla a cuatro manos entre Polanski y la propia Reza,
termina imponiéndose al violentísimo nonsense de El ángel exterminador.
Lo cual no sería un problema si hubiera en la película de Polanski la
idea de reinterpretar o apropiarse del material o, al menos, la
intención de exponer su origen teatral
miércoles, junio 07, 2017
Nadie antes de Wagner se había atrevido a concebir duraciones musicales
tan largas, que exigieran una atención tan sin descanso: sin duda ese
ejemplo confortaba a Proust cuando veía cómo su novela se iba
ensanchando y prolongando mucho más allá de lo que él habría podido
imaginar al principio, más que ninguna otra novela. Pero en esa
extensión no habría ni una sola zona de vaguedad ni de autoindulgencia,
ningún elemento que no ocupara un lugar necesario y orgánico en el gran
proyecto general, en el fondo tan austero comoTristán e Isolda, Parsifal
o El anillo. El Wagner de la madurez o el Beethoven viejo habían
exigido una nueva forma de escuchar la música: él, Proust, exigiría un
nuevo tipo de lector. Nadie ha pedido tanto, nadie ha dado tanto a
cambio.
Huir, una escapada sin final, un azul que se convirtió en negro,
ausencias, luces apagadas y mi alma queriendo gritar ¿dónde está el sol
cuando no entiendo nada? minutos que se hacen horas, horas que se hacen
días, capítulos de una serie que me perdí a mitad. A mitad de un cielo
sin estrellas, de una luz apagada, de un millón de noches sin dormir.
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