jueves, diciembre 08, 2016

8 de diciembre dia de la Inmaculada, caballeros, encomendaros sus vidas a precioso estandarte.



 Un tercio viejo español estaba rodeado de tropas inglesas y holandesas. La rendición parecía la única salida. El almirante Holak propone a los españoles la rendición con honores conservando las armas y los estandartes. El maestre del tercio responde; "los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra, ya hablaremos de capitulación después de muertos".
Ante tal respuesta Holak abrió los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Sólo quedó el pequeño monte de Empel donde se refugiaron los soldados del tercio. Un soldado español cavando una trinchera se encuentra una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción, considerándolo como una señal divina los soldados se encomiendan a la Virgen.
Aquella noche un viento helado hace que las aguas del río se hielen. Entonces los soldados españoles, marchando sobre el hielo, atacaron a la escuadra enemiga al amanecer del 8 de Diciembre. Obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Holak llegó a decir; "tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro".
Desde entonces ésta Virgen es patrona de la infantería española y cada 8 de Diciembre se celebra el día de la Inmaculada Concepción.
Porque una vez que distingamos las principales especies de espada, como espadín, alfange, estoque, cimitarra, montante i pocas más, ¿de qué sirve mayor número, pudiéndose explicar las otras diferencias por adgetivos, cuya significación sabe qualquiera? Yo comparo esta abundancia a la de los sinónimos que, dado que los aya rigurosamente tales, sólo sirven para la variedad i harmonía del decir, i aumentan el número de las voces, pero no de los vocablos. I concediendo que la lengua arábiga sea la más copiosa de quantas hai, la española, que tanto ha tomado de ella, por fuerza ha de ser mui abundante.(Gregorio Mayans, en el Siglo XVIII)
Tanto la Bella Durmiente, como Blancanieves o la Caperucita Roja de los hermanos Grimm esperan dormidas o en un estado semejante a la muerte, a ser rescatadas o revividas
La descripción de la bruja Erictho aparece reflejada por primera vez en el libro sexto de Farsalia, obra escrita por el autor romano Lucano. Este poema épico, increíblemente largo, relata la guerra civil desatada entre Julio César y Pompeyo.
En este contexto surge una figura temible que parece ser una combinación de todas las brujas mitológicas y literarias anteriores, dado que simula evocar la descripción que Virgilio hace de Hécate en su célebre Eneida.
La Bruja Erictho o Ericto
La Bruja Erictho o Ericto
Erictho (o Ericto) vive en Tesalia, el país clásico de la brujería, y allí es consultada por el hijo de Pompeyo la víspera de la batalla de Pharsalus (48 a.C).
Esta horrible hechicera tiene enormes poderes, que la aproximan más a una diosa que a una bruja, y emerge como la Gran Madre Kali recogiendo los huesos y las cenizas de los muertos.
En Farsalia, en vez de guiar a los suplicantes hacia el Inframundo, Erictho es capaz de rescatar seres de infierno a través de ejecuciones nigrománticas y de reanimar cadáveres que predicen los resultados de las batallas.
Se creyó que tales operaciones tenían resultados reales, y la resurrección de los muertos fue un tema discutido en círculos científicos hasta el siglo XIX.
Georg Luck afirma que el poeta Shelley leyó a Lucano junto a su esposa Mary y que este hecho probablemente derivó en la idea que ella tuvo de escribir Frankenstein.
La literatura no sería lo mismo sin los monstruos. Los monstruos han servido para obligar a que los niños se fueran a dormir, pero también a que temieran a la oscuridad (yo aún siento un poco de inquietud si no hay al menos alguna luz iluminando tenuemente la estancia).
Los monstruos, con todo, también ha sido herramientas para explicar más cosas: desde metáforas de nuestros miedos más arraigados hasta analogías políticas o sociológicas.
Algunos autores han prefiero ser explícitos en sus descripciones, otros, sin embargo, sin apenas esbozar detalles, fueron capaces de erizarnos el vello (aún recuerdo el miedo que pasé de pequeño al leer a Lovecraft a pesar de que no aparecía ningún monstruo en sí: solo remotos gruñidos, una amenaza que se cierne…