martes, julio 18, 2017

Abrazo la oscuridad. Rio y lloro, quisiera gritar pero no lo hago. Prefiero el intenso silencio de la sabiduría. Cierro los ojos, recibo el prodigio, el impensable paradigma: Noches interminables en espera de este segundo, de este rostro entre todos los rostros. Brota de mi la atolondrada felicidad, el ábside de luz rutilante que brilla en todas direcciones a partir de un punto en mi mente. Un gemido, la sensación absoluta de encontrarme suspendida en mis fantasias. Pero es real, indudablemente real, la canción del viento en las palmas abiertas de mis manos, la imagen flotando en mis párpados apretados contra el brillo de mi mente. Frenético, el odio y el amor, la conciencia tremenda y mineral, que la interminable busqueda me ha traído aqui, a esta grieta perfecta y meticulosa en medio de mi castillo de la memoria. Rio, el pecho se llena de este aire que tiene el sabor del agua y del pasado, de mi pasado. Ah, sí, tan vivo, tan desesperado vivo. La tristeza y la felicidad, un espiral obsceno y casi inabarcable, partiendo de mi, de este ultimo lugar en penumbras dentro de mi alma.