miércoles, mayo 16, 2018

Jesuitas, III, XV, exp. 21, 1666
La creencia de duendes en México se remonta a tradiciones prehispánicas que relacionaban a pequeños seres, de estatura infantil, con los dioses del agua. La información más rica la conocemos gracias a los religiosos que escribieron crónicas durante el periodo colonial y en las que describieron, principalmente, a los dioses nahuas del agua: Tlaloc y Chalchiuhtlicue, así como a los tlaloques, que eran dioses menores encargados de ejecutar las órdenes de la pareja mencionada. Durante todo el periodo colonial, los tlaloques continuaron realizando “travesuras”, aunque desde entonces, y a hasta la actualidad, se les conoce con el nombre de “duendes”.
A veces miro y está nevando sobre un parque
industrial, sobre el perro que custodia un hotel
bombardeado, sobre las plantaciones de arroz
controladas por puestos de vigilancia que se suceden
del otro lado de la ventanilla
del micro: y si puedo patear

debajo del asiento, y pateo, siempre espero encontrarte
dentro de mi mochila. Esa soy yo, leyendo
cómo irme, cómo fotografiarme
tomando este café con leche en otro highlight
de la carretera, en otro de mis hits
secretos. Una nota
en el diario dice: “dentro de poco
voy a llegar a un lugar igual a
éste, pero mucho
mejor; y mucho más lejano”.-
Aníbal Cristobo, Krakatoa
Mis palabras como una máscara de luz ocultan la fragilidad,
No hay traducción para los signos del tiempo;
Estos símbolos le darán un soplo de vida a la imagen que fabricarán tus ojos;
Existiré vanamente porque junto letras bajo el naufragio de tu memoria.
Somos un hecho estético, palabras hermosamente pronunciadas por otros.
Oh fantasmas impenetrables de la imaginación!
vestidos de oro por la ausencia,
vuestras manos saben modelar simbólicos ángeles de cera
que se consumen bajo el fuego de los años.
Y después de todo, quizás, no somos más que interesantes ideas que otros fabrican
en un mundo falsamente interpretado.
Las pocas expectativas,
se diluyeron con las ultimas ganas de seguir
intentando escribir esa historia,
la era de la ruina se postro frente de mí,
me miro como si yo existiera,
como si yo importara,
me sedujo el vicio y el aroma melancólico de su perfume,
me comió el corazón muerto,
a cambio de una sonrisa y un abrazo
le jure lealtad a la autodestrucción.