martes, octubre 17, 2017

Walter Benjamin dijo una vez que la primera experiencia que el niño tiene del mundo no es que "los adultos son más fuertes, sino su incapacidad de hacer magia". La afirmación, efectuada bajo el efecto de una dosis de veinte miligramos de mescalina, no es por esto menos exacta. Es probable, en efecto, que la invencible tristeza en la cual se sumergen cada tanto los niños provenga precisamente de esta conciencia de no ser capaces de hacer magia. Aquello que podemos alcanzar a través de nuestros méritos y de nuestras fatigas no puede, de hecho, hacernos verdaderamente felices. Sólo la magia puede hacerlo. Esto no se le escapó al genio infantil de Mozart, quien en una carta a Bullinger señaló con precisión la secreta solidaridad entre magia y felicidad: "Vivir bien y vivir felices son dos cosas distintas; y la segunda, sin alguna magia, no me ocurrirá por cierto. Para que esto suceda, debería ocurrir alguna cosa verdaderamente fuera de lo natural". Los niños, como las criaturas de las fábulas, saben perfectamente que para ser felices es preciso tener de su lado al genio de la botella, tener en casa el asno cagamonedas o la gillina de los huevos de oro. Y en cada ocasión, conocer el lugar y la fórmula vale mucho más que proponerse honestamente y dedicarse con todas las fuerzas a alcanzar un objetivo. Magia significa, precisamente, que nadie puede ser digno de la felicidad; que como sabían los antiguos, la felicidad, para el hombre, es siempre hýbris, es siempre arrogancia y exceso. Pero si alguien llega a reducir la fortuna con el engaño, si la felicidad depende, no de lo que esa persona es, sino de una nuez encantada o de un ábrete-sésamo, entonces y sólo entonces puede decirse verdaderamente feliz.
Aquellas brujas y brujos que se estén preparando para esa noche tan especial en el que el velo que separa nuestros mundos es más fino y quieran entrar en contacto con sus difuntos, les recomiendo que se hagan con un espejo, con el tamaño suficiente para poder ver su propio rostro. Deben consagrarlo en su altar, bendecirlo para que cumpla con sus propósitos positivos, limpiarlo de cualquier negatividad con incienso.
A tener en cuenta que el espejo es un "portal" que se abre a otro mundo y puede dar paso a los que se invoque y a los que no se invoque, por eso se ha de realizar la invocación con sumo cuidado y hay que estar muy seguros de si mismo y ser fuertes.
Como en todo hechizo debe haber una apertura y un cierre. Por ejemplo para iniciar la invocac
ión: " Yo (nombre) llamo a través de este espejo como puerta a mi pariente (nombre del difunto) para preguntarle (pregunta) y si así lo desea que me responda".
Para cerrar: "Yo (nombre) doy las gracias a mi pariente (nombre del difunto) por su ayuda prestada y le deseo que vuelva a la Luz y que viva en paz y armonía y cierro esta puerta y por ella nada pasará".
Se trata de una invocación de alta hechicería, no apto para iniciados que no posean una base de sabiduría, conocimiento de lo que van a hacer y cierta experiencia, ya que un error puede hacer aparecer algo que no es lo deseado y no poder devolverlo a su lugar de origen. Si el espejo no se cierra correctamente, como ya he dicho es una puerta, puede quedar abierta a otras dimensiones.
Por eso hago saber a los principiantes que no es un juego, sino alta magia.