martes, abril 25, 2017

“Siempre me he enamorado de personas que están fuera de mi alcance, es como si mi corazón supiera que nunca seré suficiente para alguien, o tal vez en mi caso se aplique la frase: “aceptamos el amor que creemos merecer”

  Escuché que una persona que no se ama a sí misma, no puede ser amada ni amar a alguien más. La cuestión aquí es: ¿es esto cierto? Creo que habría de mencionar y cuestionar unas cosas primero como: ¿por qué tendría que ser imposible amar a una persona que no se ama a sí misma? ¿por qué no se puede amar si no te amas a ti mismo? Me refiero a que, tenemos que editar esta frase y adaptarla a la realidad. ¿Alguna vez han escuchado o leído aquella cita de "aceptamos el amor que creemos merecer"? Bueno, es ciento uno porciento cierta. Probablemente el problema no es que te amen o amar. El problema es que no tienes el suficiente autoestima como para aceptar el amor que se te está dando, el problema es que cuando amas a alguien tienes tanto miedo que no crees que sea correspondido y no lo dices y te quedas estancado. El problema no es si te aman o amas, el problema es aceptarlo. Creerlo. Sentirlo.
Aedh desea las vestiduras del cielo
Si tuviera las vestiduras bordadas del cielo,
entretejidas de luz dorada y color plata,
las azules, las opacas, las oscuras
vestiduras de la noche y la luz y la penumbra,

tendería a tus pies las vestiduras:
pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños;
he tendido mis sueños a tus pies;
pisa suavemente, pues caminas sobre mis sueños.
Yeats
Soy La Muerte... esa muerte que da miedo, la muerte que te coge bonito, la que te viola y te quita todo a la que le tienes miedo y odias por cómo te arranca lo que amas sin misericordia, soy la puta muerte, la peste negra, la que baila en el cementerio burlándose del vivo, soy la amante del gusano, soy el pinche niño muerto...
—¿Quién eres tú?
—La muerte.
—¿Es que vienes por mí?
—Hace ya tiempo que camino a tu lado.
—Ya lo sé.
—¿Estás preparado?
—El espíritu está pronto, pero la carne es débil. Espera un momento.
—Es lo que todos decís, pero yo no concedo prorrogas.
—Tú juegas al ajedrez, ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Lo he visto en pinturas y lo he oído en canciones.
—Pues sí, realmente soy un excelente jugador de ajedrez.
—No creo que seas tan bueno como yo.
—¿Para qué quieres jugar conmigo?
—Es cuenta mía.
—Por supuesto.
—Juguemos con una condición, si me ganas me llevarás contigo, si pierdes la partida me dejarás vivir.
—Las negras para tí.
—Era lo lógico, ¿no te parece?
Yo soy un hijo de la tierra.
Por la tierra camine muchos años.
Me acuesto en la tarde de mis días
y renazco a la vida en una nueva mañana.
Mi vida sigue puntualmente los ritmos de los tiempos.
Yo soy un hijo de la tierra.
Yo siempre seré fiel de la tierra.
Yo siempre seré fiel a la tierra.
Cuando muera o renazca, seré fiel a ella.
Mirad, ahora vuelvo a florecer;
me estoy renovando,
según los ritmos milenarios del tiempo.
En el toreo se afirman, físicamente, todos los valores estéticos del cuerpo humano (figura, agilidad, destreza, gracia, etc.), y, metafísicamente, todas las cualidades que pudiéramos llamar deportivas de la inteligencia (rápida concepción o abstracción sensible para relacionar). Es un doble ejercicio físico y metafísico de integración espiritual, en que se valora el significado de lo humano heroicamente o puramente: en cuerpo y alma, aparentemente inmortal
Y donde esta mi final glorioso, donde quedo, mi final digno, mi final de caballero, mi final de Héroe, no, me resisto a que esto que era de lo mejor termine así sin una despedida en un silencio, en una muerte absurda y sin honor.