sábado, junio 02, 2018

En la colonia Tacubaya en el D.F., capital de México, se venera una hermosa imagen del niño Jesús llamado: “el Santo Niño de las Suertes” que duerme y apoya su cabeza a modo de almohada una calavera. Según la leyenda, que se remonta a principios del siglo XIX, dos misioneros caminaban rumbo a Tlalpan; al llegar a las inmediaciones escucharon el llanto de un bebé. Intrigados y sorprendidos porque en el área no había habitantes, buscaron el lugar de donde procedía el llanto y encontraron a un niño de escasos cuatro meses. Al momento de levantarlo, el niño se convirtió en una escultura, y según se dice al mismo tiempo brotó en ese sitio un manantial de agua al que desde entonces se le ha llamado "Ojo del Niño".
Los sacerdotes, impresionados con el Niño, regresaron a México para presentarlo ante el arzobispo. El arzobispo no podía dar crédito a tales acontecimientos narrados por los misioneros, que depositaron la imagen en un pequeño nicho provisional. Por la noche, los religiosos y el arzobispo tenían curiosidad, por lo que visitaron la imagen. Al llegar a donde se encontraba, observaron un bellísimo resplandor que emanaba de la imagen, prodigio que propicio que se arrodillaran ante la imagen.
A este niño se le nombró de las Suertes, debido a que el arzobispo decidió sortear el sitio al que donaría la imagen para ser venerada. El sorteo se llevó a cabo y salió ganador el convento de San Bernardo; como el prelado sabía de la pobreza de las religiosas del convento, repitió la rifa y nuevamente salió el convento de San Bernardo. Lo que hizo reflexionar al arzobispo acerca de que la voluntad del niño era quedarse con esas pobres religiosas.
¡El diablo lo entienda! Cuando la gente cristiana se propone hacer algo, se atormenta, se afana como perros de caza en pos de una liebre, y todo sin éxito. Pero en cuanto se mete de por medio el diablo, tan sólo con que mueva el rabo, y no se sabe por dónde, todo se arregla como si cayera del cielo.
Toca la sombra que proyecta el esqueleto dorado del otoño
palpa la oscuridad aterciopelada que emana del reloj.
La armadura del sol resistió la embestida de tus recuerdos.
Lee el espíritu de las flores entre las líneas de la noche
y con los ojos cerrados anuncia la muerte del sol.
Con cuanta razón tus pupilas fabrican el corazón de la luz,
palpita hacia adentro corazón sombrío y enciende el escenario vacío de la oscuridad.
Luz y sombra se tocan en el útero profundo del otoño.