domingo, mayo 13, 2012

aliada

La soledad puede ser una gran aliada, de la que puedes aprender nuevas sensaciones y experiencias, puede volverte un Gran ser... No puedes llegar a verla pero siempre sabes que esta ahí, no puedes verla pero la sientes!!!!

Muchas veces le pido que me deje marchar, .... pero se niega.

instante de felicidad

Y finalmente ya enervado,

cerró los ojos y descansó

mientras el susurro del viento

cantaba poesías a su oído

Después de unos segundos

abandonado en los sueños

se encontró de pronto...

con su amor...

Y en ese preciso instante de felicidad

no aguanto mas y se lanzó al vacío

dejando atrás su utopía

dejando atrás su burda vida.

eternidad no eres más que un suspiro

Poseer no eres más que un suspiro

amigos no tengo, solo lamento

soledad permanentemente te llevo tatuada

desde el primer latido hasta el ultimo

aprendiendo a respirar me desangro

entre la multitud de mis gritos que son como nada

y sonidos que no traspasan más allá de mi garganta

perdido en este inmenso desierto me encuentro

¿que es la vida y nuestros cortos años?

donde todo pasa a prisa y vuela inevitablemente

a merced del tiempo me desvanezco

el amor me ha tocado y aniquilado

en un instante todo lo pasado se ha inundado

he terminado en el sofá desquiciado

sintiendo el frío de toda la casa abrazándome

llorando por haber olvidado cómo funciona

en cada lágrima se me van tus besos

un día nacemos y al día siguiente partimos

me hace falta todo aquello que no existe

eternidad no eres más que un suspiro.

nesecidad

Tengo que

ir tras de ti y darte un abrazo cura tristezas

mostrarte la magia que esta en tus ojos

llevarte lejos adonde tu seas feliz,

tan solo un momento en un sueño o un poema

un segundo de mi gastada vida

que te arranque la melancolía que pudieras tener

para que jamás lloraras

abrigarte del frió y defenderte

como si fuera un caballero,

eso bastaría,

deseo hacerlo,

no preguntes porque,

solo

deja que yo te cuide mientras pueda hacerlo…

Voto por el suicidio

Voto por el suicidio

1. Dicen que hay algo romántico en perder, en contemplar el abismo y cuando el abismo nos contempla dejarnos al fin caer; si así fuera, nada más heroico que el suicidio: último lance al abismo de un cuerpo que ha caído ya todas las escaleras. Esto, lamentablemente, no siempre es cierto. Los cursis dicen que el suicidio es una cobardía. Esto, afortunadamente, no es cierto nunca. El suicidio es un acto extremo de libertad: condenados a vivir, la única elección real que nos queda es la muerte, libre albedrío que es una carcajada en la jeta de quienes nos aman, dicen que nos aman, nos odian o dicen que nos odian. Pero, aunque en cada suicidio hay un punto nigérrimo, una desesperación, no todos son iguales, no tienen la misma dignidad. Luis Antonio de Villena ve tres ruedas del suicidio: en la más baja, al ras del suelo, están quienes se suicidan por desesperación: contrariados por una deuda o por un amor desgraciado. Ellos acaso no merecen la muerte porque aman la vida tal cual es. Julieta, que fingió su deceso, ha de suicidarse porque eso ha hecho Romeo: un detalle meramente escandaloso, aunque empape el momento de palabras bellísimas (O happy dagger, here rust in me!); Cleómbotro se lanzó de una muralla nomás haber leído el Fedón: así lo escribió Calímaco:

una obra sola de Platón que leyó, la que trata del alma.

Flotando sobre esta rueda está la de los estoicos y aquellos a quienes obliga el honor: los muchos espadachines del “cuento” de Borges en Historia universal de la infamia, por ejemplo, o los samuráis abandonados de su amo. En la más alta rueda están los enamorados de la muerte, quienes la seducen, se la sientan en las piernas, se la fajan hasta que hay que penetrarla por todos los orificios que tiene. ¿No escribió el amado Cernuda que

la muerte únicamente puede hacer resonar la melodía prometida?

Hay una encantadora oración de La Rochelle, citada en Antibárbaros, que bien puede ser un espejo de esta rueda: “Me gustaría entrar en la noche que no es la noche, en la noche sin estrellas, en la noche sin dioses, en la noche que nunca ha soñado con el día, en la noche inmóvil, muda, intacta, en la noche que nunca ha sido y que no será jamás. Amén.”

2. En un episodio suicida, internado en el manicomio, Jorge Cuesta se cortó los güevos. El acto es estruendoso, bellísimo y terrible. Son también muy bellas aquellas líneas de Opto por el suicidio:

Aún no es el momento si la piel de tus dedos

se deleita con la voz o el escalpelo de Lucano.

Será el día más allá de todo eso. Sin gestos

ni teatro meditado. Una tarde imposible para todo.

Acaso es mi imaginación, pero yo temo algo suicida y delicioso en Nocturno muerto de Villaurrutia:

Primero un aire tibio y lento que me ciña

como la venda al brazo enfermo de un enfermo

y que me invada luego como el silencio frío

al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.

Pero mi poema favorito sobre el suicidio está en Birthday letters, que Ted Hughes dedicó a Sylvia Plath, su mujer, suicida. Su título es Red. Dice Hughes: tu color era el rojo, cuando pudiste volviste el cuarto rojo: a judgment chamber; la alfombra era de sangre, las cortinas: ruby corduroy blood: cascadas de sangre del techo al suelo. Igual los cojines. Todo rojo but, aclara en la última línea, the jewel you lost was blue. Azul era la joya que perdiste.

3. Para salvar a la humanidad y a esta pobre tierra que está en las últimas, sólo hace falta el suicidio de seis personas: yo, tú, él, nosotros, ustedes y ellos.