miércoles, septiembre 06, 2017

Humo de copal, veneno de cascabel y sangre del amante a fuego lento de oyamel.
Mente vacía
o agenda llena, el haiku
nos rasga el velo.
Hoy tengo el día tan lleno (desde ahora) que pienso —los extremos se tocan— que presenta la misma tersura que un vacío zen. Aunque sea de una opacidad distinta, si el haiku es la grieta de luz que se abre, ¿qué importa que lo haga sobre blanco o sobre negro?
en todos los marchitos amuletos,
o los corazones muertos
y las lagrimas de los huérfanos moribundos,

en la ciudad no cambia, nunca cambia nada
Animas llorando en la pared olvidadas
clavadas como postales para huérfanos,
entonando cantos en los sacrificios
que no valieron nada,
voy cargando las causas perdidas en mis ropas
manchando el aire con el hediondo perfume de la muerte,
idiota placer esplendido revolcar la paz y la esperanza
de un violento inexistente futuro frágil
en todos los marchitos amuletos,
o los corazones muertos
y las lagrimas de los huérfanos moribundos,
en la ciudad no cambia, nunca cambia nada
no era ni el ayer ni el mañana
pero vigilaba el universo enfrente de mis ojos,
sin aliento y sangrando de pies y manos
tengo que cerrar los ojos
ocultarme detrás de la puerta
que se abre dejando paso a los inocentes
aquellos que sufren en par por la falta del resto de su alma
mientras los de afuera, como yo,
observamos la esperanza, el amor y la felicidad
que se va y jamás se quedara,
eternamente en un todo que me es negado
por mi triste linaje monstruoso.

Algo está ocurriendo. Tanto es así
que me asomo a tu rostro
para saber lo que de verdad me ocurre.
Porque algo sucede, y tú eres
la única persona de la que sospecho.
Una cosa es vivir y otra muy distinta
desvivirse así. Es un hecho:
mi vida ha cambiado, se ha trastocado,
pasea resucitada de tu mano
y cada poco se abraza a ti.
La mirada se me ha vuelto hacia dentro
y hacia ti, y mucho más curiosa.
(Mi curiosidad contigo no tiene límites).
Y no pierdo de vista el rosáceo tono de tus labios,
el bordado blanco en esa falda negra,
o el discernimiento sobrenatural de tus pestañas.
¿Qué me ocurre? Porque el hecho
es que ocurre, que no puedo más de pasión,
que no soy el mismo, que se me olvida todo
en cuanto te miro o pienso.
¿Qué otro objeto puede tener la vida -mi vida-
que no sea estar contigo, y amarte?
Hasta hace un momento creía que te amaba,
pero nunca es suficiente.
¡Más, más! (Y yo menos).
Y a veces se cruza ese pensamiento horrible:
el abismo de perderte.
(Entonces dejaría de saber quién soy,
y se desvanecería el aliento, y el latido).
No sé vivir sin ti. Ven.
Te necesito.
Ayúdame a saber lo que me ocurre.