Con todos los ojos ve la criatura
lo Abierto. Sólo nuestros ojos están
como vueltos del revés y puestos del todo en torno a ella,
cual trampas en torno a su libre salida.
Lo que hay fuera lo sabemos por el semblante
del animal solamente; porque al temprano niño
ya le damos la vuelta y le obligamos a que mire
hacia atrás, a las formas, no a lo Abierto, que
es en rostro del animal es tan profundo. Libre de muerte.
A ella sólo nosotros la vemos; el animal libre
tiene siempre su ocaso detrás de sí
y ante sí tiene a Dios, y cuando anda, anda
en la eternidad, como andan las fuentes.
Nosotros nunca tenemos, ni siquiera un solo día,
el espacio puro ante nosotros, al que las flores
se abren infinitamente. Siempre hay mundo
y nunca Ninguna Parte sin No: lo puro,
no vigilado que el hombre respira y sabe
infinitamente y no codicia. Cuando niño
se pierde uno en silencio en esto y le
despiertan violentamente. O aquel muere y es esto.
Pues cerca de la muerte uno ya no ve la muerte
y mira fijamente hacia afuera, quizás con una gran
mirada de animal
Rainer María Rilke
Elegías de Duino
Elegía VIII, extracto