martes, octubre 15, 2019

El Evangelio de la misa de hoy tiene un golpe de humor que casi me hace soltar la carcajada. Fíjense en el lapsus freudiano del joven rico. El muchacho se postra ante Jesús y le pregunta: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?". O sea, que el muchacho que era muy rico y que no podría desprenderse de sus riquezas para seguir al Señor, pensaba, desde el principio, en los términos más patrimoniales. "Heredar", dice, como avisando. En "Las Coplas a la muerte de Don Guido", ya Antonio Machado clavó que hay quienes sólo preguntan ante un difunto "¿Qué dejaste?". Sólo con eso los retrata. ¿Se reiría don Antonio, como yo, con ese arranque del Evangelio?
el macho.
Me invento una imagen de muy cabrón.
pero sigo mentando madres y recuerdo cosas que nunca ocurrieron
terminare destrozando el corazón imaginario,
y destruiré la dignidad inexistente
así levanto el pecho y la barbilla como un gallo peleador,
bufo por la nariz el desprecio hacia ella,
aquella, ésa…
porque no ganó con decir que cambiaste mi suerte,
¿qué gano yo con decir que sin ti,
mejor estoy muerto?
El diablo encuentra su espacio en el teatro y en el folklore; en la literatura homiletica, en los sermonarios, los libros de ejemplos. los milagros y los misterios, las vidas de santos; en fin, en el ámbito popular, aparece fácilmente al diablo. en la literatura cortes y en la teología de la edad media, el demonio en cambio, parece escamotearnos su presencia.
Por su parte, los teólogos medievales, huyendo del dualismo maniqueo que afirma el doble principio del Bien y del Mal, le niegan identidad. lo conciben como un ser circunstancialmente malo; como un ángel venido a menos que pasa por un estado de rebeldía pero que puede llegar a la reconversión. Sustancialmente, el demonio como naturaleza maligna tiene una difícil existencia: es más popular que intelectual.
Si el diablo tiene dificultad para manifestarse directamente, su aparición por medio de descendientes puede facilitarle la tarea. No faltan hijos de demonios desde los comienzos de la literatura caballeresca. Estos hijos por su doble origen no están determinados al mal y pueden cambiar de conducta; de esta forma nos encontramos en un paralelismo las figuras de Merlín y Hellboy.
Todavía los cementerios
se aroman solitarios,
ya lavada la cara
para el Día de los Difuntos.
En las tumbas los líquenes
roban sus nombres a los muertos
y se desposan con la piedra
escribiendo a su antojo el epitafio,
otros linajes, fechas diferentes.
En la ciudad de los vivos,
en un caballete invisible
se alza el lienzo del día;
los puestos de castañas otorgan
su niebla a la tarde de otoño.
Esta niña es el demonio, decía la abuela al cura mientras nos servían chocolate caliente a los tres, No importa cuánto la bendiga, jamás estará libre de pecado, es la esencia misma de la maldad. El sacerdote me veía, sonreía, daba un trago a su taza, y contestaba También los demonios son hijos del Señor.