martes, mayo 02, 2017

Curioso cuadro. Una habitación, suelo ajedrezado. Paredes sobrias. Un gramófono (que recuerdos) reproduce melodías alegres. Mientras, la luz primaveral, también la brisa, juegan con las cortinas. En el balcón, los gorriones despiertan al mundo junto al fresco matinal.
Él, en el centro, ni lo ve; se mató, arruinándome la escena.

Había desarrollado un odio extremo contra los espejos, casi enfermizo. Simplemente llegó aquel día, y el hombre reflejado era un completo extraño. Como venganza, quise darle su propia medicina. Enfrentarlo a mi mayor enemigo. Otro espejo.
Supuse que no pasaría nada; no contaba con el reflejo de mi propio odio.