miércoles, agosto 16, 2017

Y que bajo tus alas dormiré, muerte ven.
Hasta que la muerte nos una.
Hasta que la muerte nos una, dementes.
Hasta que la muerte nos una.
Hasta que la muerte nos una, humanos.
Vuestro olimpo de los dioses llega ya
pero ya nunca seré una letra más.
Llegaste, como un eclipse,
iluminada con la esperanza
de un soñador indomable,

puedo dormir y deseo descansar
en el sueño que te cobija mejor que cualquier ropa
tengo hambre y puedo comer de la vida misma,
como si fueran tus labios el boca del caldero de la vida,
estos días sonrió como en la vida misma he sonreído,
casi como si estuviera pagando los años que jamás lo hice,
estoy despojado de mi tristeza y mi soledad,
los muertos dejaron de deambular en mi habitación,
ahora puedo escuchar el cantar de los grillos sin temor a escuchar mi nombre
su música es hermosa y me recuerda tiempos mejores,
no pueden arrebatarme el nombre
los fantasmas y dioses antiguos,
ni la muerte puede reclamar mis huesos
ya te entregue mis silencios,
el cuerpo y el nombre que me hacen ser,
tal vez este conjuro parezca antiguo
pero es la misma magia que usaron mis ancestros
para hablar del amor,
como lo es la puesta de sol en este mundo
las mareas hermosas,
de este jamás real detenido en la puerta,
que nos aísla de un mundo terrible
donde custodian mis palabras
a tus colores grabados en los muros
del castillo de mi memoria
síntomas de trastornos
las ventanas rotas
dejan pasar el frio de un encuentro escrito en el tiempo
noches a oscuras que nos regalan los días que vendrán
que ganas de ir a dormir
en tus piernas
comer de tus manos de artista,
escuchar como mi nombre suena hermoso
por primera vez en el universo cuando lo nombras…
¡Oh! Demiurgo escuchame, demiurgo eterno, demiurgo infinito, demiurgo unico.
Fuerza, justicia, amor ¡ayúdame!
Tu que eres flama, tu que eres fuego, tu que eres luz protégeme.
Tu sustancia espiritual y eternal, ser perfecto, no creado, que eres sin
principio, sin medio y sin fin y que eternamente te engendras a ti mismo, tu
arquitecto sublime, que por el efecto de tu voluntad sacas de la nada a todo el
universo, tu eje y polo del cosmos, infinito, eterno no creado, tu causa
original y permanente de todas las cosas. ¡yo soy tu mismo! Yo te veo en todas
partes, yo te siento en todos los lugares, tu verbo es la armonía de los mundos
y de los cielos, tú eres todo, eres la vida y eres la muerte, eres el vacío y
eres la plenitud, eres el silencio y eres el trueno, estas dentro y estas fuera,
arriba y abajo, en el centro y en la periferia, tu envuelves al infinito y el
infinito esta lleno de ti, tu abrazas y tu contienes todo, tu eres el todo que
es uno.
Oh demiurgo, oh maravilloso silencio...
Demiurgo.- síntesis de fuerzas que la mente universal ocupa para crear.
Constructor, arquitecto, alma universal.
"El revolucionario busca la utopía del futuro (que no será) y el reaccionario, la utopía
del pasado (que nunca fue)". Este aforismo de Tomás Salas me ha regalado un argumento potente para defender mi castigado conservadurismo, tan combatido de un lado, más masivo, y de otro, más selecto. El conservadurismo busca defender lo que es (todavía). Aunque sólo sea por la ontología, he caído ahora, es lo más sólido.
El otro día en Twitter un buen amigo me calificó de reaccionario, y lo soy tan poco, al menos de talante, que no me atrevía a reaccionar y recordarle que soy conservador. Al final, me vino bien, porque, en el tuiteo cruzado, se me recomendó leer a Nelson Rodrigues, y ahí estoy ahora, encantado, con O reaccionário.
Cezanne huía despavorido de sus homenajes. En cierta ocasión, unos amigos quisieron hacerle un homenaje sorpresa. Cezanne les miró horrorizado y echó a correr, literalmente, salió de la casa donde vivía y dejó un cuadro inacabado. Huyó con lo puesto. ¿Sus amigos? Otros pintores. Grandes pintores impresionistas, artistas con los que había compartido varias exposiciones, personas que realmente lo apreciaban y lo valoraban. Pero él los tachó de la lista, inmediatamente pensó que le estaban tomando el pelo, que le gastaban una broma pesada. Les puso una cruz y ya no quiso saber nada más de ellos. Les retiró la palabra. También huyó de París. Volvió a su ciudad natal, a una pequeña ciudad de provincias donde fue ignorado y después, cuando la fama de su éxito llegó, fue atacado, fue rechazado, pues sus habitantes desconfiaban de su éxito tanto como él mismo. Cezanne y sus vecinos de Aix en Provence solo se ponían de acuerdo en una cosa: en la desconfianza.