sábado, marzo 19, 2016

Vis autem in rerum natura; Amor.



Me tumbé en el suelo sólo para oír crecer la hierba
esperando un sueño que como un enjambre me envolviera
y que me hiciera oír las rimas de antiguos romances
pero sólo oí llorar a los que fueron amantes
un sólo instante...
La noche que la Luna salió Tarde  091




Vis autem in rerum natura; Amor.




El amor en la posmodernidad es una utopía colectiva que se expresa en y sobre los cuerpos y los sentimientos de las personas, y que, lejos de ser un instrumento de liberación colectiva, sirve como anestesiante social.

El amor hoy es un producto cultural de consumo que calma la sed de emociones y entretiene a las audiencias. Alrededor del amor ha surgido toda una industria y un estilo de vida que fomenta lo que H.D. Lawrence llamó “egoísmo a dúo”, una forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo…

Por eso creo que el amor, más que una realidad, es una utopía emocional de un mundo hambriento de emociones fuertes e intensas. En la posmodernidad existe un deseo de permanecer entretenido continuamente; probablemente la vida tediosa y mecanizada exacerba estas necesidades evasivas y escapistas. Esta utopía emocional individualizada surge además en la era del narcisismo; en ella las relaciones se basan en el egoísmo y el egocentrismo del individuo.

No siempre  fue de ese modo; A partir del siglo XII, el amor fue conceptuado como algo tan profundamente sensual a la vez que trascendente; tan intenso hasta la paradoja del gozo en el sufrimiento. Por amor se vive, se enloquece o se muere; cifra los movimientos del ser.

  Este al amor se conoce, conjuga valores morales y sociales que son ajenos a lo villano. Nada hay, de un trato burdo en la forma cómo interactúan hombre y mujeres; tampoco se pretende él solo placer. Qué lejos se encuentra de otros desarrollos coetáneos igualmente fuera de lo normal oficial, los goliardescos o los que aparecen en la literatura ovidiana. En estos dos movimientos priva un hedonismo naturalista que expone, un profundo individualismo.

  El amor goliardesco y ovidiano implica la consecución del gozo sexual con base en los propios deseos, sin que exista la sublimación del sentimiento o la profundidad emocional que caracterizan al sistema de pensamiento amoroso de mayor éxito en la literatura de la baja Edad Media; el amor cortés. Este surge en la Provenza de fines del siglo XI y la lírica trovadoresca. Fueron adquiriendo determinados rasgos según la religión, el género, los usos vigente, etc., además debe tenerse en cuenta que cada obra expresa un sentir particular y un modo específico de conceptuar el amor. El amor cortés es una gran suma, y no se explica como un modelo cerrado con elementos fijos.

  La mujer se concibe como un ser superior a quien el enamorado sirve para ser correspondido. Es la domna en función de quien giran el pensamiento y las hazañas del caballero. Para él la amada es un ser a tal grado perfecto, que la adora en una suerte de religión de amor: habla de su naturaleza angelical, de reflejar la suma belleza. Otro aspecto religioso también se traslada a contextos eróticos. Sin embargo, a diferencia de los goliardos no cabe pensar que las irreverencias religiosas sean intencionales, para Diego de San Pedro, se es mejor cristiano por amor. Se trata de la aplicación al amor y a la mujer de un material sumamente conocido. Si la dueña que mueve el sentimiento masculino es excelsa y el concepto del amor goza de mucho prestigio, entonces amarla y servirla conllevan bajo influjo neoplatónico, el ennoblecimiento y la superación del enamorado. Se valida el amor a una mujer, para disgusto de los moralistas que se afanan en demostrar lo contrario. Y no están muy equivocados en lo que se refiere al deseo sexual, pues generalmente la pretensión del goce erótico con la mujer se halla en la base de este amor, sin que por ello deje de ser sublime. El hombre pretende que su amor sea recompensado, y la amada es libre de hacerlo o no. El galardón implica, la entrega física de la mujer; pero ella puede otorgar otras gracias, a la vez que probar el sentimiento de su enamorado. Entre los dones que se otorgan, lo más simples desde el punto erótico tienen que ver con permitir caricias y besos: otros, más sofisticados, conllevan la contención masculina como demostración de verdadero amor. Referencia a la competición de la dama despojada de atuendos, que es una ceremonia íntima en la que la mujer permite que el galán, oculto en algún sitio, la vea desnudarse como pago a su fidelidad y para que éste sea feliz. El asag, que implica que el hombre pasa toda la noche vestido en la misma cama que su amada, es una prueba de amor. Quizás el ejemplo más evidente de la sensualidad del amor cortés se halla en las definiciones de amor purus amor mixtus.

  El amor puro es el que une los corazones de dos amantes con toda la fuerza de la pasión; consiste en la contemplación del espíritu y de los sentimientos del corazón; incluye el beso en la boca, el abrazo y el contacto físico con la amante desnudo, como exclusión del placer último, pues  está prohibido a los que quieren amar puramente.

  Se llama amor mixto al que incluye todos los placeres de la carne y llega al último acto de Venus, este también es un amor verdadero y digno de elogio; incluso se dice que es causa de todo tipo de bienes aunque por él amenacen muy graves peligros.

  No resulta tan fácil el pretendido acercamiento físico del enamorado con su amada, de lo que derivan varias paradojas anímicas, o ella lo rechaza o el encuentro se dificulta porque hay una familia por medio. Y esto tiene que ver con que el amor, en muchas de las construcciones teóricas y artísticas medievales, es ajeno al matrimonio. El hecho, aunado al carácter sensual de este amor, lleva consigo la obligatoriedad masculina de reservarse el nombre de su amada.

  No siempre se disocia el amor del matrimonio. Cliges, Yvain o algunas composiciones de Jorge Manrique cuyo rasgo fundamental es el amor cortés, el adulterio, lo que tampoco es del todo cierto porque, la amada es aún soltera. Que el amor generalmente no tenga que ver con el matrimonio se explica por el hecho de que, en la elección del conyugue, privan los intereses económicos familiares; no hay, una elección individual libre y voluntaria que es lo que precisamente defienden los expositores del amor cortés, el matrimonio conlleva una carga de obligatoriedad y los amantes se dan todo gratuitamente el uno al otro y sin que una razón lo obligue. Y estos amantes son fieles hasta la muerte.

  Se trata de un amor monógamo, pero no siempre eterno. Sin embargo, las obras que mayor influjo tuvieron son aquellas que muestran un amor contra cielo y marea, que incluso llega a transcender la muerte, leyenda de Tristán e Iseo.

  El elemento más ovidiano de este amor, es un arte, pero con un fin sublime: el amo. En cuanto arte, hay que cumplir con una serie de pasos para solicitarlo y para otorgarlos, según sea el caso. Una vez que la pasión innata surge ene le hombre por la percepción de lo hermoso, que es idea que se nutre del pensamiento neoplatónico, el enamorado debe cumplir varias etapas de su acercamiento a la amada. Es un rito de tratamiento mutuo que no se trasgrede, para no ser tachado de inmoral tanto en un lado como del otro.

  El amor puede enfermar a quien lo sufre si la persona amada no lo corresponde o no le corresponde físicamente o se aleja o lo abandona. Esta conceptuación tiene apoyo médico y el recibe el nombre de héroes. La enfermedad, que deriva fundamentalmente del deseo sexual insatisfecho, es de tipo mental y presenta, además de una profunda melancolía, otros trastornos físicos.

Es tal la gravedad que produce el mal que los héroes no son curados: caen en agonía o se mueren. Hay varios métodos para la cura que van desde distraer al enfermo hasta provocarle la repulsión por ella. Si estos remedios no surten efecto se intenta reducir la inflamación del cerebro y la corrupción de la imaginativa del paciente mediante la satisfacción del deseo sexual al menos con otra mujer.

Creer en el amor, no es una experiencia es una cuestión de Fe y yo como buen medievalista, tengo fe en el AMOR.