sábado, abril 15, 2017

La luna de sangre dibujó sobre el firmamento la imagen de tus sentidos sobre mi nuca.
El reflejo de tus manos abrigó la brisa de la noche en mi cabello.
Tuve frío y me ceñiste con cálidos susurros.
Tuve sed y me diste de beber en tu boca generosa.
Tuve hambre y me ofreciste tu cuerpo en magnífico alimento.
Tuve miedo y me sujetaste sobre los pilares del mundo.

En la cima supe de ti.
En la cima conociste de mí.
Tu nombre en mi línea de vida te hizo eterno en la lluvia que anega mis ríos.
Tu silencio compuso música que llamó a la puerta de mi afán pariendo abrazos desnudos, contornos de caricias que gimieron en el cobijo de mi cintura.
Mi noche se abrió a tu noche.
Tu carne se hizo aquelarre en el amparo de mi silueta y la sangre de la luna se derramó generosa sobre nuestro claustro de amor, inundando la cumbre de la abundancia de dos cuerpos, dos destinos... que se salvan cada día en el límite de la supervivencia.
Amor y belleza.
Liturgia de signos,
metáforas y ritmo.
Búsqueda
y acción de gracias.
Vida admirada,
esperanza del hombre.
Olas, alas, himnos.
Poesía: esencia
y sustancia del Dios vivo.
No son buenos tiempos
para el silencio.
Y en el silencio se lee, se piensa,
se reza, se escribe y se ama.
En el silencio germina el alma
y la belleza del poema:
lo que de verdad somos.