jueves, noviembre 02, 2017

Los versos vueltos a lo divino de los franciscanos y los carmelitas del siglo XVI son deliciosos, pero no es un hallazgo técnico. En realidad, conecta con la más íntima verdad de la lectura, que siempre vuelve a lo íntimo lo que nos emociona, líricos reyes Midas. Un precedente bien gracioso de los versos vueltos a lo personal lo ofrece el marqués de Santillana en el "Villancico que hizo el marqués a tres hijas suyas". Canta la segunda marquesita: "La niña que los amores ha / sola, ¿cómo dormirá?", que recoge la Pastorela de Airas Nunes: "quen amores ha /¿cómo dormirá?". Pero qué maravillosas variantes, leves e inagotables. El marqués, por boca de su hija, precisa: es la niña. Muy bien. También precisa con "los" amores. Y sobre todo esa gozada del "sola", tras la suspensión del cambio versal. Hay toda una sabiduría elegante y juguetona. Si los amores son correspondidos y satisfechos, sí que dormiría y bastante bien. El poema adquiere un tono conyugal bastante claro, me parece, y de experiencia de la vida. El marqués sonríe.
Y luego, el delicioso poemita del Cancionero de Peraza: "Suspiró una señora / que yo vi: / ¡ojalá fuese por mí!" Lo recoge Santillana para llorar por la adolescencia irremediable de sus hijas: "Sospirando va la niña / en non por mí, / que yo bien que lo entendí". No queda nada de la temblorosa esperanza del de Peraza, sino una melancólica aceptación de las leyes de la vida. El marqués se emociona.
Hoy frente al altar en casa, con las insignias de Santiago en mi pecho con la calavera en la mano, en día de muertos "juro" que te iré a buscar y te encontrare, este mundo sin ti ...no es mundo.
La batalla entre realidad y pura fantasía sigue en tablas. Como en aquellos tiempos, aún hoy, podría enervarte. En eso no he cambiado. Me he hecho mayor sin haber madurado.
Voy a romper tus ventanas.
Y voy a entrar como el aire