Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de
la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de
los sulfúreos fuegos, que los hervientes étnicos montes manan,
gobernador e veedor de los tormentos e atormentadores de las pecadoras
ánimas, regidor de las tres furias, Tesífone, Megera e Aleto,
administrador de todas las cosas negras del reino de Éstige y Dite, con
todas sus lagunas y sombras inferna les, y litigioso caos, mantenedor
de las volantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y
pavorosas hidras ; yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro
por la virtud y fuerza destas bermejas letras, por la sangre de aquella
noturna ave con que están escritas, por la gravedad de aquestos nombres y
signos que en este papel se contienen, por la áspera ponzoña de las
víboras, de que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado,
vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas, y con
ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea con aparejada
oportunidad que haya lo compre, y con ello de
tal manera quede
enredada, que cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a
conceder mi petición. Y se le abras y lastimes del crudo y fuerte amor
de Calisto, tanto que, despedida toda honestidad, se descubra a mí y me
galardone mis pasos y mensaje; y esto hecho pide y demanda de mí a tu
voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, ternásme por capital
enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes y escuras; acusaré
cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu
horrible nombre, y otra y otra vez te conjuro, y así confiando en mi
mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya
envuelto.