Me da igual
su veneno a trasformado
la carne de mi cuerpo
en el dulce de la flor del cerezo,
siempre puede uno contar con un asesino
para una prosa fantástica
una prolongación de montañas solitarias,
allí, en los rincones olvidados de mi mente
se forma como un túmulo el sitio perfecto,
para un breve encuentro,
con una nube de cuervos como testigos,
para demostrar que la muerte no es un olvido
pero parece ser el rastro de mi obsesión.