Tengo ganas de llorar y que alguien llore conmigo sin tener que decir si sentimos lo mismo.
Tengo ganas de que el viento juegue con mi abrigo, ese rojo que nunca
usé porque me apretaba. Mientras las aves tratan de alegrar mi corazón
con cantos que no entiendo sonrío, y desde el hueco profundizado de mi
estómago encuentro un viejo recuerdo que se pone a jugar con la soledad.
lunes, enero 15, 2018
Amanece joder, amanece.
Quiero que amanezca ya, porque no aguanto ni un puto segundo más el ruido de los relojes, la oscuridad que siempre me ha dado tanto miedo, el silencio que siempre me ha hecho sentirme vacía. Quiero que amanezca porque odio esa puta luz de mierda que desprenden las farolas, que ni es fría ni es cálida, ni alumbra nada. Quiero que amanezca porque odio ver las persianas bajadas, la gente que protege sus sueños del resto del mundo. Quiero que amanezca porque negarme a ver el mundo no es lo mismo si él no quiere verme a mí. Quiero que amanezca porque quiero poner la ciudad como quien pone la tele en casa, sin verla, solo para no sentirse solo. Quiero que amanezca porque ya no creo en toda esa puta mierda de la belleza de la noche. Quiero que amanezca porque oigo los pasos de un vecino y sé que él también quiere que amanezca. Quiero que amanezca para poder dormir tranquilo, sabiéndo que de verdad no es el fin de todo. Quiero que amanezca porque la noche me hace autodestructivo. Quiero que amanezca porque de repente la Luna se ha vuelto una porquería. Quiero que amanezca porque no hay nada bonito, ni en la tristeza. Quiero que amanezca porque siento el peso de todo el puto firmamento sobre mis hombros. Joder, quiero que amanezca porque al fin y al cabo soy humano.
Quiero que amanezca ya, porque no aguanto ni un puto segundo más el ruido de los relojes, la oscuridad que siempre me ha dado tanto miedo, el silencio que siempre me ha hecho sentirme vacía. Quiero que amanezca porque odio esa puta luz de mierda que desprenden las farolas, que ni es fría ni es cálida, ni alumbra nada. Quiero que amanezca porque odio ver las persianas bajadas, la gente que protege sus sueños del resto del mundo. Quiero que amanezca porque negarme a ver el mundo no es lo mismo si él no quiere verme a mí. Quiero que amanezca porque quiero poner la ciudad como quien pone la tele en casa, sin verla, solo para no sentirse solo. Quiero que amanezca porque ya no creo en toda esa puta mierda de la belleza de la noche. Quiero que amanezca porque oigo los pasos de un vecino y sé que él también quiere que amanezca. Quiero que amanezca para poder dormir tranquilo, sabiéndo que de verdad no es el fin de todo. Quiero que amanezca porque la noche me hace autodestructivo. Quiero que amanezca porque de repente la Luna se ha vuelto una porquería. Quiero que amanezca porque no hay nada bonito, ni en la tristeza. Quiero que amanezca porque siento el peso de todo el puto firmamento sobre mis hombros. Joder, quiero que amanezca porque al fin y al cabo soy humano.
¿Es la Edad Media una época tan oscura como la pintan? Pues depende de
lo que entendamos por oscura. Si por oscura entendemos tristeza y atonía
social, en absoluto. Os recomiendo dos libros clásicos y fáciles de
conseguir, uno de Mijail Bajtin titulado La cultura popular en la Edad
Media y el Renacimiento y otro de Johan Huizinga titulado El otoño de la
Edad Media, para acabar de una vez por todas con ese tópico de la Edad
Media como un túnel oscuro al final del cual aparece el luminoso
Renacimiento.
Escribir es para mí un acto
complementario al placer
de fumar.
El tabaco se relaciona a menudo con el placer, parece un designio de los hombres galantes, de los que desean saborear un puro o un cigarro para recordar o para descansar. Después de una buena mesa, llegan los licores acompañados del tabaco que llena de humo el ambiente. Y confirma una vocación que parece “natural” en nuestra sociedad: la del artista que huye del ruido y de las grandes salas y se refugia en su propia ceniza. El humo que no es sino sensación de olores y sabores se vuelve ceniza, el único testigo de los laberintos por los que cruza un destino. El tabaco acompaña al hombre en su travesía por la vida, en su deseo de escribir acompañado del humo; es una visión y tal vez el otro con el que todos deseamos hablar de manera íntima y saludable.
complementario al placer
de fumar.
El tabaco se relaciona a menudo con el placer, parece un designio de los hombres galantes, de los que desean saborear un puro o un cigarro para recordar o para descansar. Después de una buena mesa, llegan los licores acompañados del tabaco que llena de humo el ambiente. Y confirma una vocación que parece “natural” en nuestra sociedad: la del artista que huye del ruido y de las grandes salas y se refugia en su propia ceniza. El humo que no es sino sensación de olores y sabores se vuelve ceniza, el único testigo de los laberintos por los que cruza un destino. El tabaco acompaña al hombre en su travesía por la vida, en su deseo de escribir acompañado del humo; es una visión y tal vez el otro con el que todos deseamos hablar de manera íntima y saludable.
En un amor, la mayoría busca una patria eterna
Otros, aunque muy pocos, un eterno viajar
Estos últimos son melancólicos que tienen que rehuir el contacto con la madre tierra
Buscan a quien mantenga alejada de ellos la melancolía de la patria
Y le guardan fidelidad
Los tratados medievales sobre los humores saben de la apetencia de viajes largos de este tipo de gente que va
Otros, aunque muy pocos, un eterno viajar
Estos últimos son melancólicos que tienen que rehuir el contacto con la madre tierra
Buscan a quien mantenga alejada de ellos la melancolía de la patria
Y le guardan fidelidad
Los tratados medievales sobre los humores saben de la apetencia de viajes largos de este tipo de gente que va
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