martes, marzo 13, 2018

Languidece el animo del universo,
ante aquel espectáculo lastimero
desgarrador reflejo en los lagos;
un hombre de rostro ensangrentado y lívido,
cejijunto y sombrío y cuyos cabellos son serpientes,
en el momento de arrojarse sobre un puñal
sujeto en el suelo por la empuñadura,
sin tener a dónde huir. Correr, correr...

La desesperanza, baila
con su falta de proyectos y su vivir gris,
abraza sin fe en nada, ni un ‘‘para qué’’
en las sonrisas perdidas,
levantando de los escombros
suicidas ávidos de abismo para hallar paraíso,
fácil es decirlo, difícil es vivirlo...
hondo dolor que tanto se parece al infierno
un tártaro propio y solitario,
una prisión con rejas inexorables.
Caminando ordinariamente
Por las calles cotidianas
Como todos los vivos, que se mueven
Con su perro interno
Los recuerdos sin nadie, sin nada
Sin una caricia suplicada desde el hambre del embrión,
el que no se consuela es porque no quiere
hasta la piel sedienta de la hembra.
Perra necesidad que aúlla
en las entrañas de la gente
contaminado humano, auto-destructivo
sin el escrúpulo de mantener un equilibrio alrededor,
un ciclo que ha de romperse cada vez que se antoje,
aire respirado en las banquetas pisadas por pies insensibles.
Las batallas del fin del mundo se aproximan…
yo no puedo salvar al mundo solò,
estaba tan equivocado,
al querer ser participe cuando simplemente seré
un espectador de cómo el mundo y posiblemente
el universo se extinga en un caos, en la nada,
esta vida es la muerte,
es una mujer que cae desplomada,
con un puñal en el pecho
y una rama de ciprés en la mano,
teniendo a sus pies un compás roto,
movido por los músculos del mundo
para sobrevivir,
a pesar de que ya nada importa.