El reflejo de tus manos abrigó la brisa de la noche en mi cabello.
Tuve frío y me ceñiste con cálidos susurros.
Tuve sed y me diste de beber en tu boca generosa.
Tuve hambre y me ofreciste tu cuerpo en magnífico alimento.
Tuve miedo y me sujetaste sobre los pilares del mundo.
En la cima supe de ti.
En la cima conociste de mí.
Tu nombre en mi línea de vida te hizo eterno en la lluvia que anega mis ríos.
Tu silencio compuso música que llamó a la puerta de mi afán pariendo abrazos desnudos, contornos de caricias que gimieron en el cobijo de mi cintura.
Mi noche se abrió a tu noche.
Tu carne se hizo aquelarre en el amparo de mi silueta y la sangre de la luna se derramó generosa sobre nuestro claustro de amor, inundando la cumbre de la abundancia de dos cuerpos, dos destinos... que se salvan cada día en el límite de la supervivencia.
En la cima conociste de mí.
Tu nombre en mi línea de vida te hizo eterno en la lluvia que anega mis ríos.
Tu silencio compuso música que llamó a la puerta de mi afán pariendo abrazos desnudos, contornos de caricias que gimieron en el cobijo de mi cintura.
Mi noche se abrió a tu noche.
Tu carne se hizo aquelarre en el amparo de mi silueta y la sangre de la luna se derramó generosa sobre nuestro claustro de amor, inundando la cumbre de la abundancia de dos cuerpos, dos destinos... que se salvan cada día en el límite de la supervivencia.