jueves, diciembre 31, 2009

EL AÑO NUEVO

Si bien el mes carece de submúltiplos, tiene un múltiplo en el año,
compuesto de doce meses. Se puede pensar que la regularidad en
la sucesión de los equinocios pudo llevar a esa fijación del año en
doce meses, pero no es imposible que a ello contribuyera una razón
litúrgica. De hecho, en varias regiones del Antiguo Oriente las tribus
se reúnen en grupos de seis o de doce. Muchos historiadores ven
aquí una expresión de las anfictionías en que se agrupaban las
tribus para asegurar durante un año, por turno, el servicio mensual
del templo común 2.
Hay, en este marco anual, dos neomenias que adquieren capital
importancia: la del séptimo mes (aproximadamente nuestro
septiembre) y la del primer mes (aproximadamente marzo.). Se
trata, evidentemente, de las neomenias más cercanas a los dos
equinocios: las que inauguran las dos fases de disminución y
aumento de los días con respecto a las noches. No es imposible
que esas dos neomenias fueran, según las regiones o los
cómputos, fiestas de Año Nuevo, alternativamente la una y la otra.
Pero parece ser que, en el ambiente que sirvió de inspiración a
Israel, el verdadero Año Nuevo se celebraba en la neomenia del
séptimo mes, sin por ello quitar toda importancia a la neomenia del
primer mes.
Numerosos estudios históricos han analizado los temas
doctrinales más significativos que constituyen el fondo de la
celebración del Año Nuevo. El peligro de semejantes estudios es
generalizar el alcance de las hipótesis, pretendiendo hallar siempre
y en todas partes, a base de endebles indicios, uno u otro de esos
temas. Otro peligro consiste en descubrir en tales temas toda la
profundidad doctrinal que fueron introduciendo, en el mundo de
Israel los largos siglos de reflexión religiosa. Con estas reservas, se
pueden señalar algunos temas importantes de esas festividades
paganas del Año Nuevo:
a) Tema de la creación. Al término de la disminución del año, el
dios muere en los infiernos para renacer acto seguido a una vida
nueva en la que participan todos los que celebran el Año Nuevo. El
año entrante aparece así como una nueva creación en la que el
dios-creador triunfa una vez más sobre las fuerzas del mal y del
caos para instaurar su reino de paz y felicidad. Es probable que,
con ocasión de esta fiesta del Año Nuevo, se leyeran en Oriente
algunas epopeyas de creación como, por ejemplo, la epopeya
sumaria de Gilgamés, paralelo y fuente remota de nuestro primer
capítulo del Génesis.
b) Tema de la expiación. Cuando nace el Año Nuevo, hay que
evitar que subsistan miasmas del año viejo: comprometerían el éxito
del nuevo año. Por eso, la fiesta del Año Nuevo suele ser ocasión
de una gran limpieza del templo y de la incineración de todas las
suciedades encontradas. No es imposible que esta limpieza
meramente exterior vaya acompañada a veces de una limpieza más
intima: la eliminación de las impurezas cultuales contraídas durante
el año anterior.
c) Tema de la entronización. Es tal vez el que más ha solicitado
la atención de los historiadores, demasiado preocupados a menudo
de ver en él un substrato cultual de ciertos episodios evangélicos,
como el bautismo de Cristo o su transfiguración, y de ciertos
esquemas de la predicación primitiva referentes al señorío
adquirido por Cristo. Por el momento, dejemos a un lado estas
hipótesis, para quedarnos sólo con lo esencial: al renacer a la vida,
el dios que iba a presidir los destinos del nuevo año era entronizado
oficialmente; se reconocía su poder sobre el año y se esperaba de
él paz, dicha y justicia. Más en concreto, se solían trasladar al rey
humano, encarnación del dios en medio del pueblo, los derechos y
deberes inherentes a tal entronización. No es imposible que quede
algo de esto en la manera de contar en la Escritura los años que
reinaron los reyes hebreos: parece ser, en efecto, que se cuenta
por un año el período que va desde su exaltación al trono hasta el
primer Año Nuevo que sigue a esa exaltación, de suerte que los
años de reinado se cuentan de Año Nuevo a Año Nuevo.
d) Tema de las suertes (cfr. Est., 3, 7-13). Al comenzar un nuevo
año, encomendado a la providencia de un dios, se le consulta al
mismo acerca de los favores o desgracias que su reinado
proporcionará al pueblo. Se intenta conocer su plan para el año
entrante y el comportamiento que espera de sus súbditos.
e) Tema de la fecundidad, paralelo al de la creación. Aparece
expresado mitológicamente por la hierogamia de los dioses; pero
manifiesta, sobre todo, la preocupación de los hombres por hallar a
lo largo del año semillas fecundas, rebaños bien cebados y larga
descendencia. Cada región tenia su manera propia de expresar
este deseo de fecundidad, y las libaciones de agua sobre la tierra
debían ser conocidas por aquellos países donde la lluvia era el
vehículo de toda fecundidad 3.
Esta fiesta del Año Nuevo duraba ocho o quince días, según las
regiones. El día quinto, al parecer, se procedía a los ritos de
expiación. La limpieza del templo y de la estatua del dios se hacia
con el cadáver de un carnero. Se pensaba, sin duda, -que éste
tomaba sobre si las impurezas del año y las hacia desaparecer
consigo al ser quemado o arrojado al mar o al río. El último día de la
fiesta, las ceremonias adquirían un carácter todavía más solemne,
expresado en una grandiosa procesión con la imagen o las
imágenes de dioses en medio de aclamaciones y gritos cuya
finalidad era atraer sobre la ciudad la protección del dios
entronizado.