domingo, junio 12, 2016

Los libros me observan. Y yo a ellos. De estante en estante siento su reojo, su llamada. Las "Sonatas" de Valle-Inclán, y la prosa de Cernuda. Esas memorias de Cansinos Assens ("La novela de un literato"), tan querido por Borges, y esa edición de los "Cantos pisanos" del gran Pound, que compré en México D.F. hace ya media vida. Y desde una portada no me quita la vista de encima Eliot, y poco después me detengo en todos esos nutridos tomos de Pizarnick, o en aquella biografía de Baroja -la espléndida de Sebastián Juan Arbó que compré por cinco duros a un gitano. Y Dumas, Delibes, Paz, Montaigne, Bloy, Montale... ¡Tantos libros! Mi vida en su compañía. Su compañía: mi vida. Me reconozco un biblioenamorado que se sienta ante sus libros y respira de nuevo con alivio, feliz.
Lo muros de los castillos o las ciudadelas están abatidos ya no tenemos escudos ni estandartes tampoco vendrán dragones o gárgolas para defendernos el mundo esta mal y nos derroto pero aun quedan caballeros el futuro no esta perdido
no soy indispensable en la vida de nadie, pero que me escriban simplemente para contarme un evento así de importante, hace que crea en mi mismo, algo he de estar haciendo bien
Se murió el “perro” quien ladrara por las mañanas nadie acudirá a tus pies a resguardar con serenidad y fidelidad tu sueño nunca más saltaran a tu llegada en el goce de alegría murió el sonido en esta casa, y las pisadas nocturnas llenado el va