viernes, marzo 08, 2019

Guardo silencio, sí, pero no muero
aunque el volcán me esté haciendo pedazos
no muero, porque he visto en las alturas
un verso caer como hojas de un árbol.
Lloré ayer. Cierta fue mi pena, ciertos
son los cristales rojos perforados,
ciertos los trozos de carne vidriosa
que lanzan aún rugidos de espanto.
Sedienta, hago castillos en el polvo,
resisto las palabras, los disparos
de la tradición. Me bebo huracanes:
soy un volcán mudo; en silencio, estallo.
Y veo en el fuego una mujer sola
y en el infierno cien cipreses altos
y veo en el suelo mil agónicas
mujeres, un millón de camposantos.
Yo no he venido a quejarme del mundo:
vengo a rasgarme la voz en un canto
por todas mis compañeras de tiempo
que se pudren entre miedos y agravios.
Guardo silencio, sí, pero no muero
aunque el volcán me esté haciendo pedazos
no muero, porque he visto en las alturas
un verso caer como hojas de un árbol.
Llamadme, si queréis, el zorro que ha perdido la cola; no soy sirviente de nadie
y he decidido vivir en las afueras de una aldea de montaña de Mallorca, católica pero anticlerical, donde la vida se rige todavía por el viejo ciclo agrícola. Sin mi cola, o sea, sin mi contacto con la civilización urbana, todo lo que escribo se leerá perversa e impertinentemente por aquellos de vosotros que estáis todavía engranados a la maquinaria industrial, ya sea directamente, en calidad de obreros, administradores, comerciantes o publicitarios, ya indirectamente, en calidad de funcionarios públicos, editores, periodistas, maestros de escuela o empleados de una empresa de radiodifusión. Si sois poetas, os daréis cuenta de que la aceptación de mi tesis histórica os compromete a una confesión de deslealtad que estaréis poco dispuestos a hacer; elegisteis vuestros trabajos porque prometían proporcionaros un ingreso seguro y la oportunidad de prestar a la Diosa que adoráis un valioso servicio a tiempo parcial. Os preguntaréis quién soy yo para advertiros de que ella exige un servicio de jornada completa o nada en absoluto. ¿Y acaso os sugiero que renunciéis a vuestros trabajos y, por falta de capital suficiente, os establezcáis como pequeños arrendatarios u os convirtáis en pastores románticos —como hizo Don Quijote cuando no pudo ponerse de acuerdo con el mundo moderno— en remotas granjas no mecanizadas? No, mi falta de cola me impide hacer cualquier sugerencia práctica. Solo me atrevo a hacer una exposición histórica del problema; cómo os las arregláis con la Diosa, no es asunto mío. Ni siquiera sé si os tomáis en serio la profesión de poeta.
Robert Graves, La Diosa Blanca
La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece -color
de ginebra mala, son
tus ojos unas bichas.
Yo sé que vas a romper
en insultos y en lágrimas
histéricas. En la cama,
luego, te calmaré
con besos que me da pena
dártelos. Y al dormir
te apretarás contra mí
como una perra enferma.
La ficción y la fantasía dentro de su mundo autónoma tiene que ser coherente y verosímil en su misma estructura, no importa que su realidad sea diferente a la nuestra, porque esta funciona autónoma, pero no por ello significa que no tengan sus propias leyes de realidad.