Un
monstruo es un ser que va en contra del orden natural, lo que puede ser
debido a su anormalidad visual o su distinción frente a los
estereotipos sociales. Una poética del monstruo entendería al poema como
la plataforma de expresión que gracias al empleo de signos, intenciones
y estéticas particulares le otorgan al mensaje una cualidad
comunicativa especial, alejándolo completamente de los contextos
cotidianos de la comunicación. El lenguaje, su contexto y su uso,
definen el nivel de monstruosidad del poema y mientras más desarrollada
sea la imagen, más misterio evoca, más impacta y más lo aleja de la
cotidianidad comunicativa.
sábado, agosto 05, 2017
¿Qué
pasó con la caballerosidad? ¿Es que sólo existe en películas de los 80?
Quiero ser John Cusack sosteniendo un estéreo portátil a fuera de tu
ventana. Quiero cabalgar sobre una cortadora de césped como Patrick
Dempsey. Quiero ser Jake de Sixteen Candles esperando fuera de la
iglesia para tí. Quiero ser Judd Nelson levantando el puño en el aire
porque se que te tuve, sólo una vez, yo quiero que mi vida sea como una
película de los años 80. Preferiblemente un impresionante número musical
sin razón aparente. Pero, no. No, John Hughes no va a dirigir mi vida
Cada año, miles de corderos con apenas unas semanas de edad son
sacrificados para que nosotros podamos regocijar nuestro paladar con la
carne fresca y jugosa de los lechazos. Su equivalente en el cine son
todas esas muchachas a las que vemos crecer en la pantalla bajo el
cobijo de los colores pasteles y las sonrisas familiares de los canales
para todos los públicos, mientras al otro lado de la implacable cadena
del star system las aguarda con afiladas guillotinas en forma de
escándalos sexuales y cámaras de paparazzi.
Hay miradas que siempre son moradas,
que contemplan la existencia en toda su pureza.
Y desde ese azul diáfano conoce el alma la belleza,
y se entrelaza a otra alma, y se funde
al color naranja, a ese rescoldo de luz y hojas
donde se transparenta el otoño, o un atardecer.
Azul y naranja, en súbita intimidad de gozo.
Esos ojos que aman, ese fuego
que arde en el alma.
que contemplan la existencia en toda su pureza.
Y desde ese azul diáfano conoce el alma la belleza,
y se entrelaza a otra alma, y se funde
al color naranja, a ese rescoldo de luz y hojas
donde se transparenta el otoño, o un atardecer.
Azul y naranja, en súbita intimidad de gozo.
Esos ojos que aman, ese fuego
que arde en el alma.
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