jueves, mayo 25, 2017

Abro el vino para oler el recuerdo
bebo la nostalgia
e invoco con la luz de una veladora
el espíritu de la melancolía
estos son mis rituales raros
las fiestas de los muertos que fueron poesía
canciones más tristes para despertar
un poco la vida.
Por seguir con Jorge Manrique, ya no es la muerte la que llama a la puerta, sino nosotros los que la llamamos a ella. Es un cambio copernicano, diría yo. Y ni aquí me considero con fuerzas para reflexionar sobre su alcance. Quizá por eso, buscando refugio en lo sagrado, lo llamamos ''sacrificar'
En toda experiencia del tiempo hay dos elementos principales. La experiencia de la sucesión, por la cual las cosas aparecen y desaparecen, y por lo tanto pasan; y por otra parte la experiencia de una magnitud, por medio de la cual se pueden comparar las duraciones. Sin embargo la razón de ser del tiempo no parece poder deducirse de su posibilidad de medirse, sino que debe exponerse a partir de una determinada concepción del ser, y el ser se caracteriza por mantener las propiedades que lo determinan. Si se intenta comprender el tiempo a partir de la experiencia del pasado, del presente y del futuro, su aportación al ser es muy problemática porque el pasado ya no existe y el futuro todavía no es; entonces el tiempo está hecho de no-ser y de un presente inestable que no se deja atrapar fuera de una anticipación de futuro o de una transformación en pasado.