martes, noviembre 08, 2005

Tengo la seguridad del frió
ártico en mi habitación
algo pequeña aun cómoda
para dos
no tengo ventanas solo el techo descubierto
donde las luciérnagas son alimento de aves
nocturnas
que dedican su canto en son de guitarra y violín
serenata nocturna,
y cada araña vive dentro de mi saco
entre las bolsas del pantalón y los zapatos
algún otro insecto prófugo de la soledad
en la tierra húmeda pero suave cuando es cama
adornada de flores, raíces de árboles,
plantas de abolengo funesto
que las ratas ahora toman por hogar,
sin poder esconderse a mi vista,
al blanco marfil que tengo de piel
en las noches que el sol no se presta
a intervenir en mi agujero
que florece en el centro de un cementerio
tan frió como el invierno...
tan vació como la soledad
de los muertos al despertarse en la tumba
profanada por el olvido...

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