Como pequeños rosarios tatuados en las muñecas,
corre la sangre marcando misterios en la piel
ciento y veintisiete rezos
tres plegarias
sobre la ostias consagradas en el paño de mi sangre,
siempre volverán las aves que se marcharon en el invierno
tal vez en forma de suspiros
recordándonos
que la lucha termina con una lapida grabada con el nombre
que fuimos conocidos
preciosa esa memoria del mundo para olvidarse de la carne
dejando lo despojos en forma de huesos
sólo el amor permite creer en que la muerte conduce a un Más Allá
nadie está muerto del todo si otro continúa amándolo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario