Que alguien me diga donde están esos barrotes
para escribir debajo de esas iníciales,
las nuestras,
pintar la vida con letras suicidas
sin culpas por nacer extrañas,
no importa seamos mounstros disfrazados, con la piel de humanos
odiamos el aullar de las bestias al perder el control de las ideas
pegadas en los instrumentos de la clandestinidad,
los sueños cansados de esta humanidad
parecen todos una nube explotando en galaxias,
pelean contra todos,
incluso en esa noche en la que vimos arder un poco de lo que fuimos,
en el cielo admiramos los destellos del porvenir,
todos los que unieron sus manos
ante el fuego usado para purificar con su humo a los animales y a todo el pueblo
hoy la hoguera de Bel, el fuego bueno,
fue la feliz conjunción que permitió que diéramos vuelta a la página,
que tan bien describe las trincheras de conciencia que quedan entre el mundo de los mortales
y el de los que han ido más allá de nuestra conciencia,
con los viejos de mi ciudad que eran jóvenes en mis recuerdos,
con tanta gente muerta,
para mí era Finisterre, en cierto sentido fue un delirio
lo pasamos mal todos, y no es nada fácil en ningún momento de la vida
por mayores que seamos
es doloroso ver luchar a quién no gana
pero se queda la gente así en lucha porque es lo que todos tenemos que hacer,
luchar hasta el final,
por doloroso que sea,
como un parto, pero al revés
la bruma mental se levantará, pero verás con otros ojos,
que es tanta la soledad,
que hasta la sombra intenta despegarse del cuerpo
para no quedarse con las tristes huellas de la muerte.
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