Y así ocurrió, que a la luz de unos viejos candelabros, amparados ambos bajo la sombra del crimen, y sobre un lecho rosas, yacen sus cuerpos anudados y sin ropas, exudando las ansias locas de aquellos demonios instintivos que mediante el acto, purgaban sus bajos deseos primitivos.
Se atenúa rápidamente la luz de los candelabros, y ella como una suicida sobre la espada del guerrero, en un alarido le desolla el pecho con sus uñas, mientras que pausadamente expira y musita agonizando: te amo
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