Fijar la mirada en un objeto: instante que sorprende a la imaginación, quien interpreta desde el ángulo de nuevas formas.
Composiciones secretas que nacen del azar del tiempo atrapándolo en el lienzo, la imagen, la dualidad de la luz y las inquietas vibraciones del color.
Ser explorados por la mirada, es una experiencia inquietante que nos llena de desasosiego cuando no nos consideramos anónimos. Todo artista, en su cumulo de pasiones desea saberse existir en medio del mundo, a mitad de todo lo establecido y en la línea que divide lo real de lo fantástico, solo el receptor puede enunciar como conjuro, solo su mirada puede captarnos y atraparnos, la mirada a un artista o a varios dialogando entre si, en un metalenguaje de motivos, símbolos y actitudes, logra mostrar un submundo que parte de lo real para insertarse en el dialogo con lo cotidiano, el mundo aun espera ese suspiro que nos haga conmovernos con la más gratificante de las emociones, un grito, un aliento de miedo, un fragmento de alegría y un momento dulce, esa es nuestra mirada, esa es la forma con la cual observamos el mundo, y tal vez la mirada divergente de quien logra atraparse en el momento que robamos objetos del paisaje, intercambiables con cualquier otro objeto que se expusiera a la mirada del observador, sin más detenimiento e interés que el del puro pasear indiferente la vista de un lado a otro es la mirada escrutadora, la que se fija por más tiempo y dedicación a nosotros, averiguando qué somos, qué pretendemos ser o que nos gustaría ser.
Mirar es diferente de observar porque observar es un acto concierte, nuestras divergencias, son el retrato de algo profundo, algo que deambula entre nuestras sombras y nuestra luz, y quien pueda detenerse un momento y mirar sin observar, está invitado a quedarse dentro de la realidad que nuestras divergencias coexiste…
Composiciones secretas que nacen del azar del tiempo atrapándolo en el lienzo, la imagen, la dualidad de la luz y las inquietas vibraciones del color.
Ser explorados por la mirada, es una experiencia inquietante que nos llena de desasosiego cuando no nos consideramos anónimos. Todo artista, en su cumulo de pasiones desea saberse existir en medio del mundo, a mitad de todo lo establecido y en la línea que divide lo real de lo fantástico, solo el receptor puede enunciar como conjuro, solo su mirada puede captarnos y atraparnos, la mirada a un artista o a varios dialogando entre si, en un metalenguaje de motivos, símbolos y actitudes, logra mostrar un submundo que parte de lo real para insertarse en el dialogo con lo cotidiano, el mundo aun espera ese suspiro que nos haga conmovernos con la más gratificante de las emociones, un grito, un aliento de miedo, un fragmento de alegría y un momento dulce, esa es nuestra mirada, esa es la forma con la cual observamos el mundo, y tal vez la mirada divergente de quien logra atraparse en el momento que robamos objetos del paisaje, intercambiables con cualquier otro objeto que se expusiera a la mirada del observador, sin más detenimiento e interés que el del puro pasear indiferente la vista de un lado a otro es la mirada escrutadora, la que se fija por más tiempo y dedicación a nosotros, averiguando qué somos, qué pretendemos ser o que nos gustaría ser.
Mirar es diferente de observar porque observar es un acto concierte, nuestras divergencias, son el retrato de algo profundo, algo que deambula entre nuestras sombras y nuestra luz, y quien pueda detenerse un momento y mirar sin observar, está invitado a quedarse dentro de la realidad que nuestras divergencias coexiste…
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