Marguerite Duras
jueves, septiembre 10, 2015
Como tú, yo también he intentado luchar con todas mis fuerzas contra
el olvido. Como tú, he olvidado. Como tú, he deseado tener una memoria
inconsolable. Una memoria de sombras y piedras. He luchado por mi
cuenta. Con todas mis fuerzas. Contra el horror de no entender ya la
necesidad de acordarme. Como tú, he olvidado. ¿Por qué negar la
necesidad evidente de la memoria? Escúchame. Todavía sé. Volveré a
empezar. Doscientos mil muertos. Ochenta mil heridos en nueve segundos,
son cifras oficiales. Volveré a empezar.
Habrá diez mil grados sobre la tierra. Diez mil soles, dirán. El
asfalto arderá y reinará un profundo caos. Una ciudad será destruida
entonces y se convertirá en cenizas. Me encuentro contigo, me acuerdo de
ti, ¿quién eres? Me matas, me das placer. ¿Cómo saber que esta ciudad
estaba hecha para el amor? ¿Cómo saber que tu cuerpo estaba hecho para
mí? Me gustas, qué acontecimiento, me gustas. Qué lentitud, de repente.
Qué dulzura. (...) Tengo tiempo, te lo ruego, devórame. ¿Por qué no tú,
en esta ciudad, en esta noche? Tan parecida a las demás como para
confundirla.
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