Las plumas de sus alas negras caían como pétalos danzando en el viento
de otoño. Aquella escena parecía no tener fin. Una tras otra, pareciendo
una delicada lluvia oscura que cubría la tenue luz del sol
escondiéndose en el horizonte y sus rayos rojizos penetrando los pocos
espacios vacíos. Extendí mis brazos y sentí el dulce roce en mi piel
descubierta. Tras unos segundos no vi más que una profunda oscuridad, y
silencio. La realidad se sumergía en la fantasía ¿Cuál era la línea
qué los separaba? No me importó cuál era la causa de este extraño
acontecimiento, como si en un sueño estuviese. Quería disfrutar, olvidar
los pesares de la vida, sentir tranquilidad, esfumarme en los confines
del tiempo y el espacio… Dejar de existir. Sentí que me jalaban de la
espalda, cerré y abrí mis ojos esperando despertar, pero no sucedió. En
la completa oscuridad, rodeada por dos alas que me abrazaban tiernamente
y mi rostro contra un pecho desconocido. No sabía lo que era, pero me
sentí segura, como si hubiera encontrado algo que había estado buscando
durante toda mi vida.
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