Retomando a las brujas -unas palabras finales-...
Con las
brujas reducidas a cenizas, también muere con ellas una parte importante
del imaginario de una época, donde la magia, tanto la culta como la
ceremonial, debido a que se apoyaban ambas en lo analógico, conducían al
hombre a un mejor conocimiento de la naturaleza humana y el mundo. La
cultura siempre cobra sus respectivas víctimas, y las brujas pagaron la
cuota del esplendor del hombre del Renacimiento que no buscaba sino
la grandeza espiritual e intelectual sin saber que para ello tendría
que sacrificar la parte de su razón ajena a la uomo universalestudia
humanitatis,y que por ello fue considerada como la faceta animal y
maldita.
La represión
produce inevitablemente un discurso, como nos enseña Foucault. Un
discurso memorialista omnipresente, inclusive excesivamente público que
genera olvido. En ese punto es cuando el foco intenso en la memoria del
pasado puede bloquear nuestra imaginación del futuro y crear una nueva
ceguera sobre el presente. Por ello estamos obligados a pensar y
repensar lo heredado, a pensar la historia a contrapelo, fijando la
atención en aquello que aparece tímido y silencioso, en las rupturas que
pueden conducir por inéditos derroteros que acerquen, que franqueen la
entrada a la verdad entre los aparentes residuos y desperdicios, no para
que sean solo reciclados, sino para hacerlos personajes patentes que no
serán los nuevos protagonistas de la historia, sino que en el uso no
unívoco que se les dé, vendrá el devenir del sentido en otra cosa.
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