Al menos el lenguaje no me engaña. Cuando "lo paso bien" tengo una
aguda conciencia de que lo paso, esto es, de la fugacidad del tiempo en
fuga irrevocable...
He de aprender a vivir con eso, todavía. Y a
disfrutarlo. Este verano estoy teniendo mucho campo para entrenarme,
por fortuna. Como Leonor está de vendimia, con unos horarios de
emergencia nacional, me ocupo yo mucho de los niños. Y qué bien, de
verdad, me lo estoy pasando. Tanto, que ya dobla el verano su última
esquina.
Ayer, a cuenta de todo esto, se me ocurrió un apotegma que no valdrá
mucho como poesía, pero que sí sirve para cerrar el próximo tomo de mi
diario, que estoy preparando estos días, y por eso, perdón, tanta
intermitencia en Rayos y truenos. No consigo estar, a la vez, mirando
atrás, corrigiéndome, y hacia adelante, avanzando. Ya me pasó las otras
veces: o recopilo o esparzo. Pero me despisto y me voy por las ramas. Mi
lema es éste:
Como de la vid el vino,
de la vida viene el himno.
Como de la vid el vino,
de la vida viene el himno.
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