Animas llorando en la pared olvidadas
clavadas como postales para huérfanos,
entonando cantos en los sacrificios
que no valieron nada,
voy cargando las causas perdidas en mis ropas
manchando el aire con el hediondo perfume de la muerte,
idiota placer esplendido revolcar la paz y la esperanza
de un violento inexistente futuro frágil
en todos los marchitos amuletos,
o los corazones muertos
y las lagrimas de los huérfanos moribundos,
en la ciudad no cambia, nunca cambia nada
no era ni el ayer ni el mañana
pero vigilaba el universo enfrente de mis ojos,
sin aliento y sangrando de pies y manos
tengo que cerrar los ojos
ocultarme detrás de la puerta
que se abre dejando paso a los inocentes
aquellos que sufren en par por la falta del resto de su alma
mientras los de afuera, como yo,
observamos la esperanza, el amor y la felicidad
que se va y jamás se quedara,
eternamente en un todo que me es negado
por mi triste linaje monstruoso.
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