Será que septiembre sabe a copa aguada, a derrota en la prórroga y a
beso de despedida. Será que el verano siempre se va con los zapatos en
la mano y sin dejar una nota en la mesita de noche. Será lo que sea que
será.
Septiembre es como quedar a cenar con una chica justo
después de una apasionada relación de varios meses con la que crees que
es la mujer de tu vida, una mujer que va siempre en bikini, vive en la
playa y está perpetuamente morena y de juerga, bebiendo copas en el bar de la playa y moviendo la cintura al ritmo de Carlinhos Brown. O de Jimi Hendrix.
No eres tú, Septiembre. Soy yo.
Septiembre siempre acaba volviendo. Como los supervillanos archienemigos de las películas que, cuando parecen muertos y enterrados, sacan el puño enhiesto de entre la grava en la última escena, sedientos de venganza.
Así es septiembre. Siempre vuelve. Siempre tiene la última palabra. Como Darth Vader, el Joker o tu madre.
Septiembre siempre acaba volviendo. Como los supervillanos archienemigos de las películas que, cuando parecen muertos y enterrados, sacan el puño enhiesto de entre la grava en la última escena, sedientos de venganza.
Así es septiembre. Siempre vuelve. Siempre tiene la última palabra. Como Darth Vader, el Joker o tu madre.
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