Hace exactamente un siglo, el poeta galés Dylan Thomas nacía en
Swansea. Muerto cuando no había cumplido los cuarenta años, su obra
sobrevive a pesar de que ya no goza del predicamento al que ayudó la
leyenda de bebedor rebelde de su autor.
Cuando se habla de la poesía de Thomas es normal pronunciar los títulos de composiciones tan célebremente famosas como "And death shall have no dominion" y "Do not go gentle into that good night". Pero hoy, para recordarlo, prefiero traer el que para mí tal vez sea su poema más perfecto, el "This bread I break" publicado en 1936. Se trata de un texto riquísimo, lleno de paralelismos y que comienza con uno de esos versos que recuerdan a las aliteraciones múltiples de la poesía compuesta en la lengua galesa (que Thomas no empleó, pues se ciñó al inglés):
Cuando se habla de la poesía de Thomas es normal pronunciar los títulos de composiciones tan célebremente famosas como "And death shall have no dominion" y "Do not go gentle into that good night". Pero hoy, para recordarlo, prefiero traer el que para mí tal vez sea su poema más perfecto, el "This bread I break" publicado en 1936. Se trata de un texto riquísimo, lleno de paralelismos y que comienza con uno de esos versos que recuerdan a las aliteraciones múltiples de la poesía compuesta en la lengua galesa (que Thomas no empleó, pues se ciñó al inglés):
ESTE PAN QUE PARTO
Este pan que parto ayer fue avena,
este vino en un árbol extranjero
se sumergió en su fruto;
de día el hombre o por la noche el viento
abatieron la mies, rompieron la dicha de la uva.
Ayer en este vino de hoy, la sangre del verano
pujó en la carne que adornó la vid,
ayer en este pan
la avena estaba alegre bajo el viento;
el hombre rompió el sol, tiró el viento por tierra.
La carne que partís, la sangre que dejáis
ser desolación en las venas
fue la avena y la uva, nacidas
de la raíz sensual y de la savia.
De mi vino bebéis, partís mi pan.
Este pan que parto ayer fue avena,
este vino en un árbol extranjero
se sumergió en su fruto;
de día el hombre o por la noche el viento
abatieron la mies, rompieron la dicha de la uva.
Ayer en este vino de hoy, la sangre del verano
pujó en la carne que adornó la vid,
ayer en este pan
la avena estaba alegre bajo el viento;
el hombre rompió el sol, tiró el viento por tierra.
La carne que partís, la sangre que dejáis
ser desolación en las venas
fue la avena y la uva, nacidas
de la raíz sensual y de la savia.
De mi vino bebéis, partís mi pan.
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